domingo, 2 de febrero de 2014

Lo importante y lo accesorio



Queridos lectores,

El problema con la disponibilidad de energía comienza a ser más patente y eso hace que menudee más la discusión pública de este problema en todo tipo de ámbitos, lo que incluye los comentarios de las noticias de los diarios electrónicos pero también los foros de páginas web de lo más diverso, que van desde las de los asiduos a los coches hasta las de los que denuncian las sucesivas burbujas financieras españolas, desde páginas web ecologistas y ambientalistas hasta las de aficionados al baloncesto. Aún con demasiada frecuencia se observan errores de concepto que también son recurrentes en la discusión pública, como por ejemplo identificar energía con energía eléctrica (cuando la última sólo representa el 21% de la energía final en España y el 10% en el mundo) o confundir recursos con reservas o reservas con producción. Este blog ha aportado su grano de arena a estas discusiones y observo que de vez en cuando se citan tal o cual artículo publicado aquí para sustentar algunos argumentos. Comento esto porque últimamente he visto que se critican las posiciones de los que divulgamos el problema de la escasez de recursos, y en particular la posición de este blog, porque según nuestros detractores tomamos las peores previsiones en lo que respecta a la producción de petróleo y otros recursos. A modo de ejemplo muestro una comparativa reciente entre diversas modelizaciones de la producción de petróleo para los próximos años a cargo de varias personas y grupos de investigación:



Como se ve, hay una cierta disparidad en la fecha concreta del pico de producción del petróleo (entendido aquí como todos los líquidos del petróleo, pues como sabemos el petróleo crudo llegó a su máximo hacia 2006). Quien lleve poco tiempo en este negocio no se dará cuenta de un detalle relevante: las diferencias entre las fechas estimadas por los distintos grupos que con metodologías rigurosas intentan estimarlas son cada vez más pequeñas. Hace tan sólo 5 años era común encontrar disparidades de hasta unas pocas décadas (dejando al margen algún esperpento sin base técnica que hablaba de siglos, obviamente no sustentado por nadie vinculado a este negocio). Hoy en día las diferencias se concentran en aproximadamente una década, y la mayoría de las previsiones están a pocos años de distancia unas de otras. Es obvio que al aproximarse a la fecha en cuestión (de nuevo, insisto, para todos los líquidos del petróleo, puesto que el petróleo crudo, que es más del 80% de lo consumido, ya está en declive) las posibles diferencias disminuyen y al final lo único que queda para la discusión es la rapidez del declive. Pero es que estas diferencias, como ahora explicaremos, son completamente accesorias puesto que hay otros factores que pesan mucho más sobre el curso que tomarán los acontecimientos.

Lo primero que se tiene que entender es que no se puede modelizar correctamente la parte derecha de la curva de producción de petróleo. Todos los modelos siempre asumen ritmos de declive post-cenit bastante suaves y progresivos, para lo cual siempre se tiene necesidad de asumir que otra fuente de energía coge el relevo. Piensen que la disponibilidad de energía es fundamental para poder producir los metales y el cemento que requieren tanto los propios sistemas de producción de energía como la industria e incluso los hogares, y eso por no hablar de la energía que consume la diversa maquinaria; si comienza a faltar energía ya simplemente para el mantenimiento, toda la sociedad podría colapsar rápidamente como un castillo de naipes. Pero no está claro que ninguna fuente pueda coger este relevo a tiempo (con la excepción del carbón) y por un tiempo prolongado (cosa que el carbón tampoco podrá hacer). De hecho, la bajada de la TRE - el rendimiento energético - de los yacimientos que van quedando disponibles lleva tiempo produciéndose. Esa bajada de rendimiento es lo que ha provocado que las grandes compañías petroleras se hayan lanzado a una loca carrera en la que sus gastos se incrementan a una velocidad frenética pero desgraciadamente la cantidad de petróleo que producen es cada vez más pequeña (como muestra este gráfico sacado del artículo del Wall Street Journal enlazado más arriba)


Y a pesar de lo colosal - y poco provechosa- de esta inversión, desde la perspectiva de la Agencia Internacional de la Energía, como refleja su último informe, hay un problema de falta de inversión. De hecho la Agencia envía un mensaje a navegantes de que si no se realizan las inversiones adecuadas la perspectiva para la producción de petróleo es bastante negra, como ilustra la siguiente gráfica tomada del informe anual de 2013 (WEO 2013):



Este discurso sobre la necesidad de aumentar la inversión en upstream incurre en el habitual error de desligar la economía de la energía; justamente porque la energía es más difícil de conseguir (en términos energéticos) es por lo que hay que invertir más dinero para acabar sacando menos petróleo. El problema, al final, es que las petroleras son compañías privadas como cualquier otra, y lo que buscan lógicamente es aumentar el beneficio. Los consejeros delegados de estas compañías son cada vez más criticados por la baja rentabilidad de sus estrategias de inversión, y, aunque intentan mantenerse en el negocio, al final la opción más sensata consiste en dejar de invertir en producir petróleo. Así que es de esperar que al final el declive sea mucho más abrupto de lo que dan los modelos ideales.

De hecho, no sólo es difícil modelizar el declive; tampoco se puede modelizar muy bien el cenit: hay factores que tienden a disminuir la producción respecto a la del modelo, pero también otros factores que la tienden a aumentar. Los años previos a la llegada al cenit se caracterizan por un aumento  de la producción menor que en las décadas precedentes, lo cual implica que la demanda tampoco podría crecer al ritmo acostumbrado. Esto desencadena muchos mecanismos. En primera instancia, la carestía del petróleo desencadena una crisis económica. Pero después provoca que se movilicen recursos de peor calidad para intentar aumentar la producción. Estos recursos, además de no poder producirse más que a una escala bastante limitada, tienen mucho menor rendimiento energético, es decir, más baja TRE, y generalmente por debajo del valor límite TRE=10 que suele marcar la diferencia entre lo que es rentable y lo que no lo es. La producción de estos petróleos menos rentables está sufragada por los de mayor rendimiento (alta TRE), que aún son mayoritarios pero que ya están en descenso. La combinación de ambos tipos permite ciertamente aumentar la producción pero hace bajar la TRE del conjunto, lo cual es peligroso porque hace más probable un colapso repentino, pero también permite extender la fiesta un poco más; recordemos, sin embargo, que la energía neta que nos llega del petróleo ya está en franco retroceso.

Pero aún hay más. La caída de la producción mundial de petróleo no dice cómo la van a experimentar los diferentes países, e incluso antes de llegar al peak oil ciertos países pueden comenzar ya su propio declive.  En un post reciente, Ugo Bardi nos muestra que en menos de 10 años en Italia el consumo de petróleo ha caído más de un 30%, mientras que si se considera el conjunto de los hidrocarburos (ver gráfica aquí abajo) está en el entorno del 25%. Tal caída ha ido acompañada por una caída del PIB, aunque de menor magnitud (y significativamente desde el punto de vista causal el pico de consumo de hidrocarburos precede unos dos años al pico del PIB)



Los siguientes gráficos (cortesía de Juan Carlos Barba) ilustran el caso de España, que es sólo un poco mejor que el de Italia. La primera gráfica muestra que el consumo de petróleo de España ha caído más de un 22% (desestacionalizado) desde sus máximos históricos

mientras que el PIB (expresado en índice normalizado, a precios constantes, tomando como referencia el año 2008) ha caído más de un 7%


(una vez más, el más que significativo desacoplo entre consumo de petróleo y PIB sugiere que las cifras oficiales del PIB español están siendo adulteradas).


Aún hay grasa que quemar, como explica Ugo Bardi en su post sobre Italia: en primera instancia se abandonan los usos recreativos y discrecionales del petróleo (las escapaditas del fin de semana, la compra de productos más superfluos), lo que permite atemperar la bajada del PIB asociada a la falta de petróleo. Sin embargo,  el consumo de energía siempre tiene un significado económico, aunque al principio afecta a los sectores menos productivos y, ay, a las rentas de las clases inferiores. Pero al cabo de un tiempo la grasa, lo superfluo, se acaba; y si sigue llegando menos petróleo se llega al hueso y entonces el núcleo del sistema productivo y de la sociedad se ven comprometidos.

Por tanto, discutir sobre si el cenit del petróleo es un poco antes o un poco después es una discusión huera, puesto que al final discutimos sobre la llegada a un punto peligroso, cuyos efectos se están manifestando ya. Intentar saber si con todos los líquidos se puede llegar un poco más lejos cuando el petróleo crudo llegó a su cenit es no querer ver lo grave de la actual situación. Y no se engañen: el fracking sólo es una burbuja y los EE.UU. no serán nunca autosuficientes energéticamente; sólo con un gran esfuerzo contable, mezclando todas las categorías, contemplan llegar a casi el nivel de 1970, como muestra la siguiente gráfica sobre la previsión que hace el Departamento de Energía sobre la evolución de la producción de todos los líquidos del petróleo en los EE.UU. (la gráfica ha sido extraída de un post del blog de referencia en francés Oilman):


Como se ve, en ningún momento los EE.UU. llegarán a ser autosuficientes (la franja azul de arriba representa las importaciones netas). Peor aún, en la falsa percepción de bonanza petrolífera de los EE.UU.  influye mucho el haber confundido la definición de lo que es petróleo, como explica Kurt Cobb en este artículo.

Quien se recrea en si el cenit absoluto será un poco más tarde o un poco más pronto se centra en lo accesorio, puesto que no hay nada que indique que este punto se pueda posponer ni siquiera más que unos pocos años, con consecuencias funestas puesto que no estamos amortizando convenientemente el capital invertido en nuestras infraestructuras. Tal actitud es semejante a las de los negacionistas del cambio climático: una llamada a la inacción centrada en unas dudas de carácter técnico con poco contenido real, completamente accesorias en realidad. Y lo que camuflan tales dudas expresadas es el deseo de no cambiar lo importante: nuestro sistema económico para que sea viable.

Se puede simplificar esta posición (la de centrarse en el detalle -cuándo exactamente pasará el pico-  e ignorar lo fundamental -la inexorable necesidad de cambiar el sistema económico-) diciendo que es un proceso de negación de una realidad desagradable (la primera fase del proceso que describió Kübler-Ross). A menudo, sin embargo, la cosa es más sutil. La crítica al sistema capitalista y el anuncio de que ha llegado al final de su ciclo útil es visto con mucho recelo por muchos sectores de la población, generalmente bien informados, que ven la denuncia de los problemas del cambio climático y de la escasez de recursos como excusas para introducir una agenda "de izquierdas" para desmantelar el sistema económico que más progreso y desarrollo ha traído a la Humanidad. Sin embargo, la crítica que se hace desde la Ciencia (tanto por el Cambio Climático como por el estudio de la disponibilidad de recursos naturales) no son de carácter ideológico, solamente de carácter lógico. No se trata de introducir de tapadillo recetas de izquierda, puesto que además éstas en general no cuestionan el sistema productivo y por tanto tampoco aportan una alternativa real al problema. No se trata, por tanto, de un problema de izquierda o derecha tal y como se conciben en  Occidente. Se trata de dejar un futuro a nuestros hijos, se trata de abrir los ojos y de aceptar la realidad tal cual es. Se trata, en suma, de dejar de perder el tiempo en lo accesorio y comenzar a abordar lo importante.



Salu2,
AMT

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