lunes, 26 de octubre de 2015

The Oil Crash llega a los seis millones de páginas vistas




Queridos lectores,

Hoy 26 de Octubre de 2015 este blog, The Oil Crash, ha llegado a los seis millones de páginas vistas, como muestra la captura de pantalla que abre este post (gracias a todos lo que lo han intentado, y particularmente a Disi Dencia y Álvaro Nomás; este año yo mismo me he llevado el gato al agua). Llegar al primer millón de páginas vistas llevó dos años y tres meses de la vida de este blog y el segundo millón sucedió sólo nueve meses más tarde. Desde entonces, cada ocho meses aproximadamente (diez días arriba o abajo) se había conseguido un millón de páginas vistas adicional. Sin embargo, para llegar al sexto han tenido que pasar nueve meses y cuatro días, lo cual nos muestra que se ha producido una cierta caída de audiencia; incluso, se podría pensar que quizá el número de lectores ha disminuido, aunque sea ligeramente, con respecto a 2014. ¿Es así? ¿La observada ralentización en el número de páginas vistas da la razón a los pesimistas que dicen que en el momento justo en el que probablemente se está produciendo el peak oil el grado de concienciación con este grave problema está disminuyendo? 


Las razones de esta ralentización son, en realidad, mucho más prosaicas: simplemente, estoy publicando bastante menos que en años precedentes: en estos diez primeros meses del año llevo publicados (con éste) 52 posts, lo que apunta a que acabaremos el año con unos 65 posts, frente a los 101 de 2014, los 122 de 2013 o los 120 de 2012, incluso menos que los 75 de 2011. Probablemente, si hubiera publicado un 50% más de posts, como otros años, el sexto millón de páginas vistas se hubiera producido un mes o dos antes. La razón por esta caída en el ritmo de publicación no tiene nada que ver con la falta de interés del tema para mi o porque me falten temas de los que hablar, sino por falta de tiempo: mi vida profesional es más exigente actualmente y viajo mucho.

Pero volvamos a la cuestión de fondo: para intentar juzgar si la penetración de The Oil Crash ha llegado a su máximo o si aún progresa recurriré a Google Analytics. Sólo me interesan las tendencias, pues como ya sabemos las cifras absolutas de Google Analytics (en particular, el número de páginas vistas) no coincide con las registradas por Blogger. De acuerdo con el informe de Google Analytics la página ha registrado a lo largo de su vida 1.011.709 usuarios, frente a los 829.486 usuarios que tenía la última vez que lo revisamos, el 23 de Enero de 2015.



Eso representa un aumento de 180.000 nuevos usuarios en sólo 9 meses, 20.000 por mes, un ritmo muy rápido y muy similar al del período anterior. Parece, por tanto, que la afluencia de nuevos usuarios es todavía elevada, semejante a la de los últimos años. Por supuesto muchos usuarios entran una vez en la vida y no vuelven nunca; el porcentaje de visitantes recurrentes se mantiene en valores semejantes a los de los últimos años, aunque ligeramente inferiores: 60,8%. Que una página que a pesar de haber registrado un millón de usuarios diferentes aún sea capaz de captar casi un 40% de nuevos usuarios nos indica que aún no hemos llegado a la saturación.

Quizá The Oil Crash esté llegando al cenit de su popularidad (lo que algunos lectores denominan jocosamente el peak TOC), pero a la luz de los datos parece que aún le queda recorrido. Este año, 2015, probablemente pasará a la Historia como el año del peak oil, pero eso no quiere decir que se vaya a reconocer ese hecho como tal, sino que más bien se aducirán, como siempre se hace, mil razones económicas diferentes simplemente para disimular el carácter fundamental de las transformaciones que están sucediendo y así evitar hacer los cambios imprescindibles. De todos nosotros depende, querido lector, que se abra este debate tan necesario.

Salu2,
AMT

jueves, 22 de octubre de 2015

La variable oculta en las utopías futuristas


Queridos lectores,

Durante estos días han circulado por las redes sociales muchas bromas sobre la falta de acierto de la anticipación proyectada en una película (en realidad, una trilogía de filmes) que fue muy popular en los años 80, Regreso al futuro. En la segunda de las entregas de esa trilogía, el protagonista viajaba al 21 de Octubre de 2015, fecha que en aquel entonces se encontraba a unos 30 años en el futuro, y llegaba a un mundo donde los avances tecnológicos habían cambiado de muchas formas la manera de vivir de los humanos, al menos en la parte opulenta del planeta (los EE.UU.) donde se desarrollaba la acción. Ahora que ya han pasado esos 30 años hemos podido comprobar que muchas de las invenciones más espectaculares que los guionistas de la película proyectaban para nuestros días (coches voladores, patinetes levitadores, comida liofilizada, ropa robotizada, hologramas de grandes dimensiones y una buena cantidad de tecnologías que se engloban en lo que actualmente denominamos Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, TIC) simplemente no han llegado.

Algunos vídeos de internet explotan el chascarrillo de comprobar que cualquier parecido de lo proyectado hace 30 años con la realidad es pura coincidencia. Hay gente que encuentra divertida la disonancia entre las expectativas de hace tres décadas y la realidad más prosaica de nuestros días y le refuerza en su desdén hacia la mitificación del progreso científico y tecnológico que es signo distintivo de nuestra civilización industrial; mientras que a algunas personas les ofende esa muestra de desencanto con la tecnología y el mito del progreso subyacente a nuestra sociedad actual y rápidamente apuntan, con razón, que justamente en el campo de las TIC no sólo se han cumplido algunas de las previsiones de la película (e.g., teleconferencias) sino que han aparecido tecnologías nuevas (miniaturización extrema de la electrónica, móviles, GPS, internet) que van mucho más allá de lo que la generación inmediatamente precedente a la nuestra fue capaz de imaginar. Para la mayoría la discusión no va más allá de esta confrontación entre estas dos visiones: por una parte, la enésima desilusión con las promesas nunca cumplidas de un futuro hipertécnico y ultraconfortable (¿dónde está mi coche volador?) y por la otra la reafirmación en que nuestro futuro será inevitablemente esplendoroso gracias al imparable avance de la tecnología y al invencible progreso de la Humanidad. El fondo de esta discusión es la lucha entre dos sistemas de creencias, dos sustratos culturales que aspiran a ser hegemónicos: por un lado, el socialmente dominante pero en decadencia, el del Progreso inevitable, que nació de la Guerra Fría y que ha dominado el contrato social de las sociedades capitalistas durante las últimas décadas; por el otro, el socialmente creciente, el de una emergente conciencia de la necesidad urgente de actuar en múltiples aspectos (ecológicos, sociales, de justicia, democrática) que han sido aparcados durante demasiado tiempo para no estorbar la marcha imparable del Progreso y que, perdida ya la fe en que alguna vez se cumplan sus promesas, se revuelve ahora contra Él y propugna desde diversos frentes un abanico de ideas hace no tanto consideradas como absurdas y ahora como heréticas (decrecimiento, simplicidad voluntaria, retorno al campo, democracia directa, asamblearismo, expropiación de los medios de producción...). Como ambos sistemas de creencias, el dominante pero decadente y el minoritario pero emergente, se están disputando la hegemonía cultural de nuestra sociedad para las próximas décadas, las disputas entre los defensores de uno y otro bando toman a veces un carácter un poco arisco. Apasionante como es este tema (la lucha entre la conciencia dominante y la conciencia emergente, que en el fondo tiene mucho de recuperar la conciencia de clase) no será la cuestión que abordaré hoy, en parte porque mi visión como científico está mal representada por las dos alas más extremas de ambos pensamientos, y en parte porque no me creo especialmente cualificado para abordar esa discusión. Sin embargo, sí que querría analizar un aspecto poco debatido: por qué algunas promesas tecnológicas han sido clamorosamente desmentidas por la realidad mientras que otras han sido superadas con creces por la misma. No voy a analizar todas las razones por las cuales se ha seguido este curso de los acontecimientos, sino que sólo me fijaré en las razones meramente físicas de esta divergencia.

El sueño del vehículo volador como producto de consumo a escala masiva está presente en la mentalidad occidental prácticamente desde los comienzos de la popularización del coche particular. En la década de los 30, los ingenieros de la época soñaban que para finales de los años 60 el coche volador sería una realidad, mientras que otros más modestos consideraban que como mínimo cada casa dispondría de un autogiro o helicóptero doméstico.


Este sueño de la próxima llegada del vehículo volador privado se repitió década tras década durante más de 50 años (no olvidemos que "Regreso al futuro" es de mitades de la década de los 80 del siglo pasado), hasta que poco a poco el sueño se fue diluyendo; en la actualidad se sigue soñando con el coche volador como producto de consumo masivo pero se le coloca en un futuro indefinido (e.g., la casi contemporánea "Blade Runner" o la algo posterior "El quinto elemento"). En realidad, la fantasía que domina la última década es la del colapso de la sociedad de manera abrupta y apocalíptica (tema sobre el que ya hemos hablado en este blog), es decir, una visión muy crítica del presente proyectando su miserable lógica en un futuro distópico a evitar, visión que se alinea con la conciencia emergente que comentaba antes.

¿Por qué no ha llegado el utilitario volador pero sí se han producido avances gigantescos como internet? Desde mi punto de vista, por la influencia de una variable siempre ignorada en la sociedad tecnológica pero de una importancia física primordial, y leit motiv de este blog: la energía. Las transformaciones que se han impuesto son aquéllas que tenían mejor rentabilidad en términos de la energía invertida y el rendimiento obtenido, y también aquellas tales que sus consumos energéticos eran compatibles con la disponibilidad energética real.

Imaginemos, por un momento, que la Humanidad tuviera acceso a toda la energía que quisiera utilizar y sin causar otros efectos indeseados. Con una cantidad ilimitada de energía disponible hacer un coche volador no sería nada problemático; podrían funcionar con pilas de plutonio (tecnología que usan las sondas espaciales que enviamos a visitar otros planetas) que accionarían hélices horizontales como en los actuales drones, o bien con un sistema de levitación magnética basado en proyectar un haz sobre una enorme infraestructura de carriles magnéticos, todo ello construido con imanes basados en neodimio que se extraería con facilidad o se sintetizaría con reacciones nucleares adecuadas (los residuos radiactivos de las cuales se consumirían en otros reactores diseñados para su eliminación y con poca eficiencia energética, pero eso no es un problema si la energía sobra), o bien se crearían imanes y baterías más eficientes gracias a la síntesis del grafeno en cantidades masivas (a pesar del derroche energético que implica, pero eso es indiferente si hay energía a espuertas) o bien algún otro sistema de propulsión que ahora no imaginamos facilitado por la energía hiperabundante. Del mismo modo, sería perfectamente posible usar un monopatín levitador que funcionaria sobre todo el área urbana cuyo subsuelo contendría una apropiada aleación ferromagnética. Robotizar la ropa es algo que es factible incluso hoy en día, pero que no se hace porque el coste productivo no compensa la escasa utilidad añadida de ese producto; pero en un entorno de energía hiperabundante los costes productivos de cualquier producto serían despreciables (ni siquiera la mano de obra sería un problema, ya que todas las cadenas de montaje estarían hiperrobotizadas). Generar grandes hologramas o cualquier otra extravagancia que se nos pudiera ocurrir podría hacerse con tal de que alguien se lo propusiese, ¿por qué no?, puesto que implicaría un coste despreciable.

La exploración espacial sería un uso más serio de toda esa energía que nos sobraría. En un post reciente sobre, justamente, el estancamiento tecnológico, Tom Murphy comenta que proyectando las tendencias los años 50 lo lógico es que las misiones tripuladas de nuestros días estuviesen ya más allá de Plutón, cosa que obviamente no ha pasado: sólo hemos podido llegar a la Luna, es decir, al jardín de nuestra casa, y sólo hemos enviado allá un puñado de hombres.


Imagen de XKCD: https://xkcd.com/893/


Enviar hombres al espacio implica un gran coste energético para sacar una masa bastante considerable fuera del campo gravitatorio terrestre, y aunque viajar por el espacio puede ser poco costoso debido a la falta de fricción y explotando el impulso gravitatorio de los planetas, si se quisiera viajar a una velocidad aceptable (y no emplear años para llegar a Plutón) tendríamos que emplear cantidades aún más grandes de energía. Nuevamente, lo que parece ser el cuello de botella no es la factibilidad técnica (no exenta de sus problemas considerables, por supuesto) tanto como la disponibilidad energética.

Incluso el viaje en el tiempo, al menos hacia el futuro, es una cosa fácil de hacer si uno dispone de grandes cantidades de energía: basta con salir de la Tierra y acelerar hasta alcanzar velocidades sublimínicas respecto a nuestro planeta (con un consumo gargantuesco de energía) y después regresar a casa; debido a los principios físicos de la Relatividad el tiempo habrá transcurrido más rápido para los que se quedaron en el planeta que para los que se fueron de paseo. Eventualmente, y dejando un momento al margen de una infinidad de imposibilidades técnicas, si uno dispusiera de una cantidad literalmente infinita de energía podría transmutar la materia ordinaria en materia taquiónica y gracias a ello ir hacia atrás en el tiempo. Así que al menos cierto tipo de viaje en el tiempo debería de ser posible si nuestra disponibilidad de energía fuera ilimitada.

Analicemos, pues, qué es lo que realmente se ha desarrollado más allá de las previsiones sociales de hace treinta años, las TIC. El exponencial incremento de prestaciones de la microelectrónica, el abaratamiento de costes y los nuevos conceptos en transmisión de información (fibra óptica, wifi, gestión multibanda) han posibilitado la explosión de internet, la gran red global que ha permitido un acceso a gran cantidad de información prácticamente al instante y desde un pequeño dispositivo que puedes albergar en la palma de tu mano. No es poca cosa: las transformaciones en los ámbitos productivos y sociales que son resultado de internet son enormes; internet ha posibilitado, entre otras muchísimas cosas, plataformas de difusión como este propio blog: sin internet, el esfuerzo de divulgación que yo hago simplemente no sería posible, pero es que tampoco me sería fácil acceder siquiera a la información que uso en mis análisis. Es obvio que había una enorme capacidad de desarrollo tecnológico, que el ingenio humano ha explotado mucho más allá de cualquier previsión. Este desarrollo ha tenido una componente material, que justamente se ha basado en la miniaturización de componentes, con su descenso de costes, y un aumento de la potencia de procesamiento, que ha hecho posible una explotación masiva del procesamiento de datos. Pero es justamente esta desmaterialización temprana de la microeelectrónica la que ha permitido la gran explosión de las TICs: el objeto de las TICs, la información, es primeramente inmaterial, y así su consumo energético ha sido bajo o moderado. No había, por tanto, la necesidad de acceder a fuentes de energía aún más potentes como requerían los otros avances tecnológicos proyectados, y eso ha hecho posible el gran avance de las TIC. Pero esta rápida expansión de las TICs está llegando a su final, en realidad. Por una parte, debido al final de la ley de Moore, por razones meramente físicas, que implica que no continuará la reducción de costes por bit procesado. Por otro lado, porque la expansión de internet y la explotación masiva de terminales de TIC ha hecho que el consumo de energía de las TIC ya no sea despreciable: el consumo de las TIC se estima en el 2% de toda la energía final anualmente consumida, cantidad que algunos suben hasta el 5% se si tiene en cuenta el coste energético de fabricación de las diversas componentes. No es tan sorprendente, teniendo en cuenta que por ejemplo Google tiene varias centrales térmicas (por cierto, de carbón) sólo para alimentar sus servidores con los que cualquier búsqueda, seria o frívola, lleva segundos. Al margen de que nos cueste imaginar nuevas aplicaciones de las TICs (más allá de la quimérica y temida Singularidad), el hecho es que la huella energética de las presentes TICs ya no es despreciable y eso asegura que su desarrollo futuro ya no será exponencial.



¿Qué es, por tanto, lo que nos ha impedido ocupar nuestro lugar en las estrellas o la evolucionar al superconsumismo hipertecnológico que se aventuraba hace años? Tal y como yo lo veo, simplemente,  la disponibilidad de energía; disponibilidad de energía que a pesar de haber seguido creciendo a buen ritmo en las últimas décadas no ha podido seguir el ritmo de nuestros sueños. La disponibilidad global de energía se ha incrementado desde los 80, bien es cierto, en un enorme 70% aproximadamente, pero es que de 1950 a 1980 se había multiplicado por 3.


Imagen de Our Finite World: http://ourfiniteworld.com/2012/03/12/world-energy-consumption-since-1820-in-charts/

Se da el problema añadido de que este incremento de energía, que no ha sido tan grande como deseábamos, se ha hecho a costa de fuentes de energía de peor calidad, más difíciles de extraer y más contaminantes, con lo que el progreso que sí que hemos podido conseguir ha llevado aparejado una factura ambiental muy elevada que hace que muchos se cuestionen si realmente ha merecido la pena.


Y si el simple hecho de que la disponibilidad de energía no haya seguido aumentando tan rápido como en las primeras décadas del siglo XX ha hecho que no se cumplieran nuestros sueños de gloria y progreso, ¿cómo creen Vds. que les afectará la disminución de la disponiblidad de energía que se avecina? ¿Cómo estará afectando ya el declive energético del petróleo? ¿Cómo les va a afectar las crisis concéntricas, con las materias primas en su interior, que ya se están desarrollando?

El año pasado el informe anual (WEO) de la Agencia Internacional de la Energía contenía claros mensajes, indicando que no sólo el petróleo está llegando a su máxima producción sino que carbón y uranio están en similar situación, y la crisis de las materias primas de este año nos muestra que el camino seguido es probablemente peor que lo que la AIE proyectaba. ¿Qué sorpresas nos deparará el WEO 2015, que se publicará el próximo 10 de Noviembre? Tengo claro que desde luego no será un futuro de coches voladores ni de naves espaciales.



Salu2,
AMT

martes, 20 de octubre de 2015

En el coche de papá



Queridos lectores,

Hace tiempo un lector me envió un relato breve, sencillo en la forma y sobrecogedor de un modo íntimo en el fondo. Un relato sobre un camino que quizá algún día más de uno de nosotros seguiremos.

Les dejo con Carlos Vergara.

Salu2,
AMT


En el coche de Papá...

Ya sabes que para mantener tu nivel, tu estatus, tu disponibilidad; para mantenerte listo, dispuesto, efectivo y útil a la sociedad tienes que cambiar otra vez de coche. Los diesel ya están mal vistos por tus buenos conciudadanos. Buscas ese modelito compacto pero espacioso con ese look neovintage italiano que recuerdan, paradójicamente, los tiempos de la escasez de petróleo con sus coches burbuja. Y lo buscas a gasolina de esos que consumen 3l/100km y pagarás con un dinero que no tienes ni sabes si lo tendrás; la letra, el seguro, los impuestos, esas reparaciones fuera de garantía en un sistema de inyección con obsolescencia programada que te llevarán después plantearte pasar al GLP. Porque ya sabes que eres más listo y es la alternativa para poder ir un paso por delante de todos esos futuros loosers a los que miras con desprecio, consumirás menos, llegarás más lejos y solo será un poco más de dinero a amortizar en pocos años. Te sientes más listo, más rápido, el mejor y la publicidad refuerza en ti esa sensación.

Pero mientras haces números sentado al ordenador a las 3 de la mañana, tu chiquilla, hinchada y sonrosada por la cortisona, respira, noche si noche también, por una máscara de Hello kitty nebulizadores y diferentes aerosoles mientras tu mujer, con voz cansada y rota, canta suavemente: "en el coche de papá, nos iremos a pasear". Y en Ebay encontrarás el regalo perfecto para ella por su 5º cumpleaños, una nueva maquinita para mantenerla tranquila y a salvo, en casa, en su mundo diseñado, moviendo el dedito y disfrutando de la vida sin vivir vida alguna.

¡Ojo! En dos horas te levantas, ya no te acuerdas pero el “curre” se ha trasladado a una nave más barata para la multinacional, media hora más lejos y más cara para ti. Entras a las 6, y sin darte cuenta ya estas pegado al parachoques de uno de esos supercamiones diesel que hace poco que permiten circular por Europa desde que se firmó, en secreto, el TTIP de 2018. Una lluvia sucia es proyectada contra tu parabrisas por ese monstruo de 8 ejes mientras circulas a 80 km/h, más pendiente de los numeritos ámbar del consumo que de la carretera o lo que suceda a tu alrededor, total el sistema de proximidad te ayudará en cualquier momento. En la radio unos locutores histriónicos repasan la última tontuna pseudograciosa del personaje famosillo por enésima vez, aun así necesitas ese ruidillo molesto para evitar oír la realidad que te rodea.

Lejos, en un campo cercano a la autopista, tu mirada se cruza por una décima de segundo con un individuo harapiento que empuja una carretilla embarrada con algunas herramientas, tu mecanismo de autoprotección salta de inmediato y te dices para tus adentros: Gentuza antisistema, abandonados, quieren que volvamos al siglo XIX. Y te reconfortas subiendo dos puntos la calefacción de tu asiento de polipiel, metes 5ª para permitirte también el derroche de adelantar mientras suben los numeritos ámbar, que inmediatamente se ponen en rojo, y un mensaje automático locutado por una voz femenina salta en el sistema de audio: Las autoridades recomiendan una conducción eficiente y sensata, por su seguridad, por su salud, por su economía: por favor: ¡no corras papa!. Esa última frase era la voz de tu hija grabado el día que os entregaron el coche en el concesionario.

Y llegas al lugar por dónde, por tus casi 13 horas vitales diarias, te suministran 700 euros con cierta puntualidad, dos meses arriba, dos meses abajo. Algo no marcha bien, no hay movimiento y unos papeles se escapan por una puerta entreabierta. Como por instinto; ¡vaya forma estúpida de instinto el de mirar una pantalla!, enciendes tu Iphone 8. Dos Whatsapp: -el primero de tu mujer, está en urgencias con tu hija cianótica, la 3ª vez este mes y ésta ya no la cubre el seguro. Ese seguro que te permitiría alzarte entre el resto de humanos y huir del colapsado sistema de seguridad social, porque ya sabes que eres más listo y es la alternativa para poder ir un paso por delante. El otro mensaje es de un número privado y dice: "RR.HH. ------- su contrato ha sido rescindido. Sin finiquito. Si desea una carta de recomendación escriba a RR.HH@----.com. Gracias por sus servicios. Whatsapp de acuerdo a la ley de despido libre telemático del 23 marzo de 2019."

Subes al coche y te quedas en silencio un momento, esperando algo, un ruido, un grito... el crash.

El silencio, roto por unas pequeñas gotas cristalinas que estallan en el parabrisas, envuelve tus pensamientos. Destellos de ideas tratan de apartarte de esa primera y absurda intención e incluso para quitártela de la cabeza abres la ventanilla y sacas la mano. Dejas que la lluvia toque tu piel intentando recordar cuando fue la última vez que sentiste la naturaleza, sin artificios, sin prisas, ese ritmo anárquico de la lluvia sacudiendo las hojas de un árbol, el alboroto de un riachuelo transparente que se escapa montaña abajo casi de manera traviesa. Casi por un momento has saboreado otra vez aquella zarzamora y sentido el intenso calor del verano en tu piel.

Un artificio, un ruido sintético te devuelve a la realidad más angustiosa y fría, es el teléfono que suena a través de los altavoces, es la madre de tu mujer. Antes el orgullo y un tono de superioridad habrían gobernado la conversación que habría quedado zanjada en cuestión de dos minutos, pero todo aquello ha ido cayendo desde el mismo momento que descuelgas. Irás a verlos, irás a ayudarlos, iréis todos y lo último se lo dirás cuando la veas porque habrá que hablarlo largo y tendido.

Es curioso como después de esta conversación te sientes tonto, simple y tienes la sensación de estar retrocediendo hacia atrás tan deprisa que en cualquier momento caerás sobre tus posaderas de manera absurda mientras todos a tu alrededor se ríen de ti señalándote con el dedo. Pero a la vez te sientes libre, sin peso, con un miedo vivo y vital que te obliga a despertar, decidir y actuar con total lucidez.

Esta sensación te ha ido acompañado todo el trayecto hasta el hospital ignorando todas las indicaciones y sugerencias, incluso cuando tus pensamientos trataban de ordenarse y te permitían percibir sonidos exteriores creíste oír a través de la radio la voz de tu hija diciendo: ¡Corre Papá!

La sala de inhaladores infantil no es en absoluto un lugar frio o siniestro, al menos en principio. Se trata de una sala decorada con los personajes de los dibujos animados, con sabanas de colores y las máscaras se disimulan con motivos simpáticos para evitar el rechazo de sus jóvenes usuarios. Pero no te sorprendes ya de nada pues ya has estado ahí, pero ahora vuelves con una firme intención.

Tu mujer acaricia a tu hija casi de manera rítmica en un gesto que trata de apaciguar los malestares de ambas. Irrumpes en el lugar con una energía inadecuada, excesiva, urgente. Madre e hija se percatan de inmediato, sobresaltadas por tu pelo mojado y tu aliento acelerado, de inmediato se calman al reconocerte. Sin tiempo a saludos o recibimientos la cotidianeidad ataca en boca de la más responsable en tu familia:

-Cariño ¿qué haces aquí? ¿y el trabajo? -inquiere airada y asustada tu mujer, interrumpida de inmediato por tu hija que parece recobrar el resuello mientras su vocecilla grita plastificada dentro de la máscara: -¡Papa!¡Has venido!-.

Coges a tu hija en brazos y tu mujer recoge las cosas mientras alarmada y sorprendida sólo es capaz de seguir mientras trata de escuchar, sorprendida lo que hablas con la niña:

-¿Dónde vamos papa? -pregunta mientras se arrulla en tu cuello.

-A jugar a un juego nuevo hija, a uno muy difícil.

-Pero me he dejado la tablet en casa, mamá no la ha cogido -responde incorporándose y mirando con cierta inquietud a su madre.

-Tranquila cariño, este juego sólo se puede jugar con las manos -le dices mientras empujas la puerta de unas escaleras, que ya nadie usa, pues tienes prisa por salir.

-¡Qué divertido! ¿Mamá también juega? -inquiere la niña sorprendida por ver el camino que está tomando todo.

-Jugaremos todos y todos los días.

-¿Y cómo se llama? -pregunta sospechando que algo más grande está sucediendo, algo que nunca antes ha vivido.

-Pues se llama: en la granja de la iaia.

-¿como el Farm Ville? -inquiere tratando de asirse a conceptos familiares y tranquilizadores para aquella situación tan diferente.

-Mil veces más divertido y muchísimo más difícil. Pero tranquila mi vida, es un juego al que todo el mundo ha jugado alguna vez pero hace mucho que no sabemos, además la abuela nos ayudará -respondes mirando a tu mujer mientras le tiendes la mano.

Y es que ella lo ha entendido todo, todo le encaja y aunque parezca que el mundo empieza a tambalearse en realidad empieza a cobrar un sentido que hace mucho había perdido. Mil preguntas, temores y sentimientos la desbordan como te desbordan a ti pero simplemente los interioriza y te coge de la mano porque las mujeres son capaces de eso y muchísimo más, pero tú no lo sabes. Como a partir de ahora, que te darás cuenta de la cantidad de cosas que nunca supiste y es que nunca fuiste más listo, más rápido o el mejor y tampoco tienes porque serlo.
 

domingo, 11 de octubre de 2015

Podemos frente al decrecimiento

Queridos lectores,

Álex Corrons me ha pedido que le republique el siguiente artículo, que trata sobre la difícil relación entre la nueva formación política española Podemos y el decrecentismo. En realidad, todo lo que dice Álex se puede aplicar a cualquier partido político, pero no se puede negar que es en Podemos donde mucha gente ha depositado sus esperanzas, y por eso Álex se centra tanto en este partido. En cualquier caso, las reflexiones de Álex resultan muy pertinentes, aparte de útiles.

Espero que el artículo de Álex sea de su interés.

Salu2,
AMT



Hola compañer@s, es para mi un honor compartir con vosotr@s en un blog que para mi es toda una referencia, un artículo que me encargaron escribir sobre el decrecimiento y la postura al respecto de Podemos. En dicho artículo acentúo la postura de Podemos, ya que el libro titulado “Hasta luego, Pablo” -coordinado por Estela Mateo- pretende ser una crítica integral al proyecto de dicha formación política. No obstante, esta crítica es extrapolable perfectamente al resto de formaciones políticas que aspiran a ocupar cargos de responsabilidad en las instituciones del Estado, y en general, a la sociedad de consumo de la que formamos parte.

Me ha parecido oportuno compartirlo en este lugar, ya que son fechas en las que presuntamente se están preparando los programas electorales, aunque mucho me temo que poca influencia va a tener en ellos, me conformo con que unas cuantas personas cercanas a diferentes proyectos políticos reflexionen sobre este, y sobre todos los interesantes artículos que Antonio Turiel comparte en este blog habitualmente.

PODEMOS FRENTE AL DECRECIMIENTO
por Álex Corrons

El colapso

Nos encontramos en un momento histórico sin precedentes. La revolución industrial y la expansión de la industria provocada por un acceso barato al petróleo y otros recursos llegan a su fin. Los científicos calculan que hemos consumido alrededor de la mitad de las reservas mundiales de petróleo; no obstante el verdadero problema no es que se vayan a agotar de un día para otro, sino que el coste energético de la extracción aumenta, hasta el punto de que la relación entre la energía que se produce y la que se consume para producirla -lo que los expertos denominan Tasa de Retorno Energético (TRE)- está bajando de forma alarmante y no está tan lejos el día en que se llegará a consumir más energía de la que se produce. Esto sucede con la mayor parte de los recursos, que cada vez son más escasos, y extraerlos y procesarlos se convierte paulatinamente en una tarea más costosa económica y energéticamente. Las consecuencias son obvias: en Septiembre de 2014, uno de los grupos inversores más conocidos como los “padres” de la industria petrolífera, los Rockefeller, abandonaron sus inversiones en esta industria para llevarse el capital al mercado de las energías renovables. Y esta maniobra no se debió a que de la noche a la mañana se despertaran con conciencia ecológica, sino que simplemente pensaron en la rentabilidad. Estos oligarcas saben que el petróleo barato tiene los días contados, que la producción cada vez requiere de mayor inversión para obtener cada vez menos beneficios, y son conscientes de que el próximo nicho de mercado son las energías renovables. Conviene decir que las energías renovables no son todo lo milagrosas que se nos dice. Los materiales, la fabricación, el transporte y la instalación de estas energías requiere de unos costes energéticos y de ciertos recursos finitos que son muy importantes. Por eso es importante que ante la escasez cada vez mayor de estos recursos, aceleremos la implementación de las renovables, antes de que los costes se disparen más y provoquen que la conversión sea inviable, y un desastre económico.
Si todos los habitantes del planeta vivieran como lo hacemos los europeos necesitaríamos tener a nuestra disposición los recursos de casi cuatro planetas como este. Nuestra huella ecológica recae sobre las espaldas de las próximas generaciones, y también -ahora y antes- sobre los habitantes de los países del Sur; algo paradójico teniendo en cuenta la riqueza de recursos naturales que tienen bajo sus pies, que desde el Norte estamos expoliando sistemáticamente, exportando impactos ambientales y destruyendo la naturaleza más allá de nuestras fronteras, para mantener el sistema productivo y de consumo actual.
En el Estado español, el 25% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y el 40% tiene problemas para llegar a fin de mes. Al mismo tiempo ocupamos el puesto número 6 en uso de agua, el 16 en uso de materiales, el 21 en uso de suelo y el 24 en emisiones de carbono a la atmósfera. Estos datos ponen sobre la mesa una precarización de la sociedad mayúscula y creciente, frente a un sistema productivo pésimo, que sólo favorece a las grandes empresas, las principales beneficiarias de esta crisis. Es necesario un reparto de las riquezas, un cambio de las reglas del juego en favor de la mayoría social, un cambio integral del modelo productivo, plantearnos que no necesitamos tantas mercancías, acercar la producción y el consumo al ámbito local, democratizar la economía, y reducir drásticamente nuestro impacto medioambiental y el consumo de recursos.
El objetivo actual de cualquier gobernante o aspirante a gobernar es que el Producto Interior Bruto (PIB) de su país crezca un 2% al año para garantizar -dicen- el bienestar. Parecen olvidar que esa tasa de crecimiento implicaría duplicar el PIB en 35 años, con el consiguiente aumento en el consumo de recursos naturales, energía y contaminación.
Uno de los graves problemas que hay que resolver es el modelo alimentario industrial, en el que gran parte de nuestros alimentos recorren miles de kilómetros hasta llegar a nuestra despensa. Además producimos alimentos para 12.000 millones de personas, somos 7.400 millones, y sin embargo 1.200 millones de personas pasan hambre, de las cuales el 75% es población campesina, y a su vez el 75% son mujeres y niñas. El 60% de la producción de cereales se destina a la alimentación de la ganadería industrial, y recorre 12.000 Km. de media hasta las granjas europeas o norteamericanas. Otra buena parte de los monocultivos son destinados a agrocombustibles y el 25% de la pesca para la acuicultura.
El sistema monetario es uno de los grandes engaños en los que estamos inmersos. Cada euro, dólar u otras monedas que ingresamos en un banco, sirve para que éstos puedan multiplicar por diez la cantidad de dinero ingresado, para a su vez prestárselo a un tercero, con la única garantía de la confianza en que este dinero será devuelto con un interés añadido. El problema es que hay una parte de esa deuda que nunca se va a poder devolver, ya que ese dinero no está respaldado por nada, no tiene ningún valor intrínseco y es por tanto una estafa que ahora mucha gente está empezando a comprender. Debemos prestar atención a esta cuestión, ya que la deuda perpetua es lo que provoca el crecimiento perpetuo de forma desmedida: a mayor capacidad de endeudamiento, mayor capacidad de consumo de recursos naturales y por tanto, mayor aceleración de los problemas que nos aproximan al colapso. La mayor parte de los políticos y economistas nos hablan de un crecimiento que se recupera, un crédito que fluye y un aumento del consumo como algo positivo. En realidad habría que leer entre líneas: “¿ven ustedes ese precipicio? Pues aceleremos para llegar antes a él”.
La idea de que el trabajo asalariado libera a las personas y les ofrece autonomía económica es un relato construido por el sistema capitalista que actualmente es, cuando menos, cuestionable. La alienación de muchos trabajos, la sumisión que arrastran las jerarquías, la cantidad de horas de trabajo en detrimento de la vida social y de la autogestión, y por tanto de la emancipación y liberación, han convertido al trabajo asalariado en un modelo que muchas personas llamamos “esclavitud asalariada”. La aceptación de estas reglas del juego viene motivada por el elemento que resulta ser el denominador común de nuestra sociedad: el consumo. Si a día de hoy nos podemos imaginar una revolución social que saque a la calle a millones de personas bajo un problema común, este sería la limitación del consumo por la carestía de las mercancías que aparecerá ante la escasez de recursos naturales.
En un escenario de recursos limitados, el crecimiento asienta sus cimientos sobre las desigualdades. Siete de cada diez personas pobres en el mundo son mujeres. La economista experta en cooperación y desarrollo, Bibiana Medialdea, decía en la charla organizada por la Coordinadora de ONGDs de Euskadi “Críticas y alternativas feministas a un modelo agotado” en Mayo de 2014:

“Ahora inmersos en esta crisis, podemos caer en la tentación de pensar que el sistema funcionaba bien antes de esta crisis financiera. Por eso es conveniente recordar algunos datos del barómetro social para 1999-2007, en el estado español, periodo de auge de nuestra economía, y donde el salario en términos reales, es decir la capacidad adquisitiva promedio de los trabajadores y las trabajadoras creció un 1%, el subsidio de desempleo un 4%, los beneficios empresariales un 60%, el valor de los activos financieros un 75%, y el patrimonio inmobiliario un 125%. En aquellos buenos tiempos, se dieron desde un 1% hasta un 125% de diferencia en el crecimiento. La desigualdad, enemigo número uno del desarrollo, es endémica y un rasgo de nuestro modelo económico. Por eso los problemas que la crisis saca a la luz debemos interpretarlos como síntoma, y no como único problema, ya que es el modelo en sí quien está agotado. Nos encontramos ante un modelo que tiene límites evidentes y no ante un modelo con ciertos problemas.
Otro aspecto que pasa más desapercibido ahora con la crisis, es que están perdiendo importancia, desde el punto de vista analítico y político, los impactos específicos de la crisis sobre los colectivos económicamente más vulnerables. En sociedades desarrolladas, incluso, los niveles de renta, accesos a derechos, a recursos, etc., están determinados aún por el sexo de las personas. Existe una discriminación sistemática que afecta al 50% de la población. Si ignoramos esta discriminación fundamental, obviando esta fractura de género, es imposible hacer un diagnóstico de los problemas que tenemos y concebir y formular alternativas que vayan a resolver estos problemas económicos. Para tener ese diagnóstico debemos adoptar la perspectiva feminista, entender qué nos está pasando y ser capaces de pensar cómo podemos organizarnos de otra manera.”

La ideología del crecimiento económico

El relato predominante de nuestra sociedad es el que nos cuenta que nuestro modelo de vida se encuentra en un estatus superior y describe la historia de la humanidad como una secuencia que avanza del salvajismo a la civilización, y por lo tanto al progreso. Estamos convencidos de este relato etnocéntrico, en el cual nos vemos como “la civilización por excelencia”. Este es el increíble argumento para expoliar los recursos de los países “no civilizados”, por medio del neo-colonialismo y la globalización económica capitalista, mientras en esta sociedad de la opulencia, la precariedad crece exponencialmente.
El colapso de una civilización fundamentada en el crecimiento y en la destrucción de la biosfera es la preocupante realidad de nuestra existencia. Nada se menciona de esto en los grandes medios de comunicación, esos que viven de la publicidad de grandes empresas que buscan aumentar el consumo de sus mercancías. Es como si estuviéramos viviendo dentro de El Show de Truman, esa película en la que Jim Carrey vivía toda su vida dentro de un plató de televisión gigante sin saberlo, llevando una vida que le sirvieron en bandeja desde pequeño. Hoy parece que muchas personas hemos descubierto que estamos en un plató y queremos salir de él, no para dirigir la película, sino para vivir la vida.
Las personas que vivimos en la ciudad recibimos cerca de tres mil impactos publicitarios diarios, lo que al año es cerca de un millón. Esto refleja que vivimos en la sociedad del consumo, de las marcas, los patrocinios, los logotipos, los escaparates llenos de ofertas, rebajas y recontrarrebajas, descuentos por doquier, carteles publicitarios en el espacio público, estaciones y líneas de metro que cambian su nombre por el de una multinacional, autobuses, trenes, tranvías, metros y taxis cubiertos de publicidad en movimiento. Vemos la televisión 240 minutos al día, durante los cuales visualizamos 90 anuncios publicitarios. Internet también es un espacio plagado de publicidad constante, en las redes sociales, los buscadores, las plataformas multimedia y de ocio, todo está sometido a la publicidad y a la mercantilización.
En este escenario, resulta complicado combatir el discurso del crecimiento como única posibilidad: el principal objetivo que percibimos es el del consumo, y para poder mantener el ritmo de consumo o incluso consumir mercancías fuera de nuestro alcance, necesitamos crecer hasta el infinito. El consumo es proyectado como paradigma del bienestar. El capitalismo no está solamente representado por las grandes multinacionales; el capitalismo es cognitivo, lo llevamos dentro de nuestras mentes, en la cotidianidad de nuestra vida diaria recibimos un auténtico bombardeo de mensajes que se instalan en el imaginario colectivo. En las tertulias políticas invitan a tertulianos, políticos, periodistas, abogados y economistas, todos ellos de posiciones políticas aparentemente diferentes, pero todos están de acuerdo en lo esencial: el crecimiento económico, el aumento del consumo, y por tanto del Producto Interior Bruto son la meta a perseguir, son la fuente del bienestar y del progreso; nadie lo discute, ya puede hablar alguien de izquierdas, de derechas, o de extremo centro, en esto coinciden siempre. ¿Por qué los medios de comunicación no dan espacio al discurso del decrecimiento? Es sencillo: la televisión y en general, los medios de comunicación, viven de la publicidad; publicidad de empresas que nos tratan de vender sus mercancías. Por tanto, que alguien hable de decrecimiento en los medios de comunicación del sistema es contraproducente para los intereses de las marcas que financian estos medios.
La inmensa mayoría de los políticos también tienen este discurso sobre el crecimiento, defienden una visión tremendamente cortoplacista ya que su objetivo primordial es ganar las próximas elecciones, y parece mucho más fácil hacerlo sin llevar la contraria al dogma productivista, necesario para que el sistema capitalista siga su rumbo. Y este es esencialmente el problema, no podemos seguir creciendo porque no tenemos recursos para poder hacerlo. Ya no es una reclamación exclusivamente ecologista, es una cuestión de límites físicos del planeta. Debemos volcar nuestros esfuerzos en tumbar el discurso predominante del crecimiento en nuestro entorno, en los medios de comunicación, en las organizaciones y movimientos políticos y sociales, haciendo ver que otra forma de vivir es posible, que el decrecimiento no es ninguna amenaza al bienestar, muy al contrario, es la garantía del bienestar y de la supervivencia si queremos que las próximas generaciones y buena parte de la humanidad hoy puedan subsistir en este planeta. Estamos en un punto en el que el capitalismo se va desvaneciendo como "promesa" de progreso en nuestra sociedad, por eso es momento de construir realidades paralelas para, paulatinamente y sin descanso, establecer un orden totalmente distinto.

¿Qué es eso del decrecimiento?

El término “decrecimiento” es interpretado por muchas personas pertenecientes a diferentes posturas ideológicas como una enmienda a la totalidad y el destierro del término “crecimiento”. Conviene aclarar que las personas que defendemos la postura del decrecimiento, defendemos decrecer en el consumo de recursos naturales finitos y en las actividades que perjudican a la biosfera y, en definitiva, a todos los seres vivos. Sin embargo, defendemos el crecimiento en muchos otros aspectos como el cultural y las labores de cuidado de las personas y la biosfera. También creemos que es necesario un crecimiento ético, de la conciencia, del apoyo mutuo, de la soberanía alimentaria, del consumo de productos ecológicos y biológicos, y de toda actividad que no incida en el consumo de recursos finitos y en dañar el medio natural, que nos pueda aportar una vida mejor para todos los seres que cohabitamos este planeta.
Hay sociedades -como las de muchos países africanos- que no tienen que decrecer, deben crecer hasta recuperar la dignidad que nuestro crecimiento les robó, sin imitar nuestro modelo devastador y sabiendo administrar bien los recursos a su alcance. La “Europa ilustrada” suele combatir el discurso del decrecimiento señalándolo como “el que nos quiere situar en la pobreza de los de ahí abajo”, en una visión clasista y eurocéntrica bastante despreciable, dado que la pobreza del Sur no es más que la consecuencia de la opulencia del Norte.
Muchas de las recetas propuestas ante la crisis climática y energética se basan en implementar las energías renovables en sustitución de los modelos predominantes de producción eléctrica más contaminantes y que precisan de más recursos finitos. Es importante señalar que el consumo eléctrico global supone el 15% del total de la energía que consumimos, con lo que si cambiamos el 100% de la producción eléctrica por las renovables, estaríamos solucionando el 15% del problema energético. El mayor reto y más difícil es la dependencia de los combustibles fósiles utilizados para la agricultura industrial y sus pesticidas, el transporte, la construcción y la industria petroquímica (plásticos) son las que acumulan la mayor parte del consumo energético.
El decrecimiento por tanto, propone un cambio integral del sistema, en el que el consumo pase a ser el necesario para el sostenimiento de la vida, y no un elemento creador de felicidad y bienestar. Es un llamamiento a buscar el buen vivir mediante el apoyo mutuo, los cuidados, el consumo y producción local, la autogestión y la reconfiguración del ámbito laboral, repartiendo los trabajos en igualdad, reduciendo las horas dedicadas a la producción, en favor de los trabajos para recuperar la vida social, y el cuidado de los seres vivos.
Según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo, en el último lustro, en el Estado español se ha aumentado un 8% la producción, al tiempo que se ha perdido un 6% en salarios. Esto alude a otro problema: el reparto de la riqueza, algo absolutamente necesario, ya que las veinte personas con mayor capital en España poseen el mismo capital que los nueve millones más pobres. Llevando a cabo un reparto justo de la riqueza, y sustituyendo el objetivo de crecer por el del buen vivir, el crecimiento económico perdería sentido, al estar satisfechas las necesidades al margen del consumo y del endeudamiento.
Rescato unas palabras de una entrevista a Yayo Herrero, antropóloga, educadora social, ingeniera técnica agrícola y activista desde la ecología social, para el libro -cuya lectura recomiendo- 'Euskal Herria. Decrecimiento y Buen Vivir. Alternativas al modelo actual' (Sua 2014, Mugarik Gabe):
“Nosotros hablamos del decrecimiento de la esfera material de la economía porque nuestras sociedades van a tener que aprender a vivir con menos materiales y energía, con menos cobre, menos platino, menos litio, menos petróleo... Si a esto le sumamos el calentamiento global, que básicamente significa un cambio en las reglas que organizan lo vivo, te encuentras en un momento en que ese decrecimiento es una obligación”.
“Si sabemos que estamos en un planeta con recursos naturales finitos, que tiene una cantidad predeterminada y escasa de estos recursos, su regeneración no es tan veloz como nuestra capacidad de extracción y consumo, deberíamos plantearnos seriamente qué producir, para quién, cuánto y cómo.”

¿Hacemos lo que Podemos?

“El problema no es que la pequeña y mediana empresa no pueda pagar los costes laborales de sus trabajadores, el problema es que la gente no consume”. Una frase que Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, ha repetido en muchas de sus intervenciones en los medios de comunicación aludiendo a Keynes.

“¿Vosotros creéis que Podemos puede presentarse a unas elecciones planteando el decrecimiento cuando los demás van a ofrecer lo contrario? Nosotros creemos que no”. Juan Carlos Monedero, portavoz y fundador de Podemos, durante las jornadas “El reto del empleo en tiempos de crisis – Trabajo, empleo y límites del planeta”, Noviembre de 2014.

El modelo económico de Podemos tiene claras referencias al keynesianismo. Vicenç Navarro y Juan Torres, académicos reconocidos internacionalmente, no esconden su apuesta por ese modelo, que en su día tuvo su validez para salvarle la cara al sistema capitalista. El keynesianismo consiste en incrementar considerablemente la inversión pública para aumentar la demanda agregada, esto es, el consumo de las familias y las pequeñas y medianas empresas, de cara a crear empleos, aumentar el poder adquisitivo de las personas y que la rueda del consumo y del crecimiento siga girando de forma perpetua. Vicenç Navarro en varios artículos ha mostrado su oposición frontal al decrecimiento y en una intervención en La Tuerka (programa de PúblicoTV) sobre el decrecimiento, aseveró: “los que están proponiendo el decrecimiento son unos reaccionarios”.
Vicenç Navarro asegura que los que defendemos el decrecimiento olvidamos que hay diferentes tipos de crecimiento, y pone el ejemplo de que podemos crecer en la fabricación de vehículos eléctricos en detrimento de los vehículos que utilizan combustibles fósiles, y que ese tipo de crecimiento es recomendable. Parece ser que olvida ciertas cosas, como que el litio disponible da para fabricar sólo un millón de estos vehículos al año a nivel mundial (frente a los mil millones de coches que ya hay en el planeta), y que las reservas de ese material son limitadas, por no hablar del consumo de materias primas y energía que requiere la industria del automóvil particular, independientemente del combustible que estos utilicen para circular. La respuesta del decrecimiento a ese modelo de crecimiento propuesto por Navarro es el crecimiento -aquí sí- de los medios de transporte colectivos, al mismo tiempo fomentando la economía local y reduciendo la necesidad de movilidad a largas distancias en la vida cotidiana de las personas y en los transportes de mercancías.
Pablo Iglesias ha repetido en multitud de ocasiones: “de la crisis se sale con políticas económicas expansivas, aumentando la demanda agregada”. Esas políticas expansivas enmarcadas en el panorama del colapso de los recursos naturales, recaerían sobre los países del Sur y sobre las próximas generaciones. La economía basada en el consumo ha de terminar además, porque es físicamente imposible mantenerla a pocos años vista, lo que deberíamos de discutir es cómo sustituimos el modelo.
Llama la atención cómo Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Alberto Garzón y otras figuras públicas que defienden una postura a favor del crecimiento económico, firman públicamente el  “Manifiesto Última Llamada” que aboga exactamente por lo contrario. Este manifiesto pretendía ser una llamada de atención a la sociedad, para advertir de que estamos en una situación límite en la que la escasez de los recursos y los problemas ecológicos se están multiplicando exponencialmente, y que tenemos la responsabilidad de cambiar todo el modelo capitalista que provoca esta situación. Si no se trata de salir en la foto, que no lo hagan de perfil y de puntillas, y que se mojen.
El que una organización política se haga llamar “Podemos”, podría dar a entender que podemos cambiarlo todo, pero parece que pretende ser “hacemos lo que Podemos”, dando por hecho que muchas cosas esenciales no pueden cambiarse. Podemos, no es el 15M, ni pretende serlo, y en ese camino hacia el éxito electoral, se han olvidado de las reclamaciones de los movimientos sociales implicados en el cambio de la sociedad desde abajo. A cambio ha conquistado al gran público que sigue sus intervenciones televisivas, y a otras muchas personas que de buena fe creen que es su última esperanza. Es ahí donde Podemos ha ganado, ha creado expectativas, esperanza en mucha gente, veremos en qué se convierte bajo la lógica de la búsqueda de las mayorías sociales. Creo que son conscientes de la escasez de recursos naturales y el problema ecológico y social al que nos enfrentamos, aunque no sé hasta qué punto, porque por encima de esto, impera en ellos la lógica de la conquista del poder, y creo que ven el problema como lo ven muchos dirigentes políticos de otros países que acuden a cumbres internacionales sobre el clima: buenas palabras que nunca acaban de materializar en sus políticas de gobierno.
Ellos tienen mucha capacidad de convocatoria en los medios de comunicación, tienen ese poder de divulgar ideas rupturistas, que modifiquen el debate establecido. De hecho, han introducido en el debate asuntos de interés de los que ningún partido hablaba, como la renta básica universal o la auditoría de la deuda; es arriesgado tratar estos temas, pero a la vez es necesario poner encima de la mesa este otro debate, que es de vital importancia para cambiar las reglas del juego. Por eso creo que el decrecimiento es una de las asignaturas pendientes más importantes en el discurso de Podemos, ya que es la mayor garantía de progreso social, cultural, laboral, del cuidado de la naturaleza y de nuestras vidas. Muy al contrario, el crecimiento nos aboca a la escasez, a la alienación, a la desigualdad, a la precariedad laboral y a la destrucción de la biosfera.
Promover el decrecimiento obliga a apostar por la economía local, las monedas sociales con carácter ético, la soberanía alimentaria, los espacios de autogestión, abandonar el productivismo y el extractivismo, y es antagónico al proyecto que propone Podemos, en el que el Estado es el principal garante del bienestar, y en el que se asume el discurso del crecimiento como fuente de bienestar y progreso, para conseguir el apoyo electoral. Creo que cometen un error muy grave al adoptar como propia la postura del crecimiento y por tanto del capitalismo. El keynesianismo es pan para hoy, hambre para mañana, y lo que es peor, ya es hambre hoy para una parte importante de la humanidad y para la naturaleza. Hoy deberíamos hablar de dos posturas antagónicas: una es el productivismo, defendido por los neoliberales en forma de darwinismo social y por los socialdemócratas en forma de reparto de los beneficios dentro del marco de las democracias liberales capitalistas, y por otro lado, la postura de la reconciliación con la naturaleza y con el buen vivir defendida desde el “ecologismo libertario”, de los que hay muchos ejemplos que no necesariamente se reconocerán todos con esta etiqueta.
Es necesario disputar la hegemonía cultural en lugar de la electoral, necesitamos una sociedad consciente del problema al que nos enfrentamos, y que en los próximos años vamos a padecer como no tomemos el camino adecuado para que nuestra existencia sea posible en igualdad y sostenibilidad. Se acercan tiempos difíciles, debemos ser osadas y no esconder la realidad; no se trata de que seamos catastrofistas y nos encerremos en el discurso de que no hay nada que hacer, ya que eso nos conduce al inmovilismo y al fracaso; se trata de irrumpir con un discurso optimista que muestre que existen alternativas que nos pueden llevar a vivir mejor con menos, al tiempo que se hace un llamamiento a la responsabilidad colectiva como habitantes de un lugar común que debemos conservar para poder seguir viviendo en él.
Las leyes de la física y la escasez nos obligan a decrecer y a cambiar el sistema económico, laboral, social y cultural, y para ello necesitamos desear el cambio, antes de que el cambio nos atropelle.
Antonio Turiel, físico del CSIC, experto en el peak oil y autor del blog “The Oil Crash” (crashoil.blogspot.com) dice en un artículo titulado 'Lo que no podemos':
“Los decrecentistas, en realidad, tienen que entender que hay que seguir haciendo pedagogía con la sociedad. Hay que seguir explicando que el ecosistema planetario está gravemente enfermo, y que esta frase no es un lugar común sino un hecho constatado y doloroso; hay que seguir diciendo que esta crisis no va a acabar nunca y explicar el porqué; hay que decir en voz cada vez más alta que ni el fracking ni las renovables ni ninguna otra tecnología-milagro van a resolver nuestros problemas; hay que advertir que a pesar de los sueños de recuperación estamos a las puertas de una gran recesión que puede traer consecuencias peligrosas e imprevisibles; hay que gritar, a pleno pulmón, la verdad a la cara. Sólo cuando sepamos podremos comprender mejor lo que sucede, cambiando también lo que somos. Sólo cuando cambiemos lo que somos cambiaremos lo que podemos. Y sólo entonces podremos.”

La socialdemocracia es el salvoconducto del sistema totalitario mercantil. Decir que se puede "salir de la crisis", "acabar con la corrupción" o "recuperar el crecimiento económico" -mediante dinero deuda o devaluación, y explotación de recursos finitos-, es asumir que este sistema tiene remedio -eso a lo que los socialdemócratas llaman "realismo"-, frente a las personas que nos oponemos a esta aceptación servil del orden establecido. El neoliberalismo y la socialdemocracia son las dos caras de la misma moneda: cuando una de las dos caras se desgasta, aparece la otra como solución única a nuestros problemas. El Estado y la delegación del poder en unas minorías que se erigen como los "sabios gestores" o como los "gestores honrados y generosos", nos impiden avanzar por el camino de la democracia directa, la autogestión, la emancipación y del cuidado de la naturaleza y la vida.

El decrecimiento y la autogestión para el buen vivir

“Cualquier contestación al capitalismo tiene que ser decrecentista, autogestionaria, antipatrialcal e internacionalista”. Carlos Taibo, escritor y profesor de política en la UAM.

Es necesario que construyamos un modelo paralelo a este sistema de consumo, en el cual primen el apoyo mutuo y la autogestión y que nos libere de la dependencia del sistema en temas primordiales como la energía, el agua y la soberanía alimentaria.
Tenemos mucho que desaprender y comenzar a construir realidades que aumenten nuestro bienestar y el de todos los seres vivos con los que compartimos este lugar. El decrecimiento como fórmula de aumento del bienestar nos invita a trabajar menos horas de forma asalariada, y en cambio, a aumentar el número de horas que dedicamos a la vida social, a proyectos comunes que nos liberen  del capitalismo, creando una economía cada vez más local, solidaria y que respete los límites de la naturaleza, por el camino de la economía de los bienes comunes, el reparto de los trabajos productivos y reproductivos, y una renta básica de transición, cediendo el protagonismo a las monedas sociales. Son amplísimos los caminos del decrecimiento y el buen vivir que nos conducen por las vías de la autogestión: los grupos de consumo, las ecoaldeas, las cooperativas integrales, de crédito, y de usufructo de viviendas, la ocupación y autogestión de centros de trabajo en quiebra por parte de las trabajadoras, y cualquier espacio que emerja de las necesidades reales de la sociedad y de la naturaleza. Asimismo implica luchar contra la obsolescencia programada y contra la colonización de la publicidad en nuestras vidas, fomentar el acercamiento entre productores y consumidores, “ruralizar” la sociedad repensando el modelo urbanístico de las ciudades y sus cinturones industriales, luchar contra gentrificación, sustituir espacios destinados a vehículos privados por espacios para el esparcimiento, para huertos urbanos y para transportes colectivos, alcanzar la soberanía energética y alimentaria, y tantas cosas que se pueden hacer para crear una economía diferente, decrecentista, anticapitalista y del buen vivir, abogando por la abolición del patriarcado y de cualquier forma de discriminación por cuestiones de sexo, etnia, creencia o pensamiento.
El buen vivir es aquel que procura unos estándares de vida suficientes a cambio de destinar más tiempo a satisfacer las necesidades no materiales: la familia, las amistades, el aprendizaje, proyectos artísticos o intelectuales, autoproducción, compromisos sociales, participación política, relajación, exploración espiritual, búsqueda de placeres y otras actividades que se relacionan poco o nada con el dinero.
No debemos olvidar lo más importante, la labor que individualmente debemos hacer para construir un sujeto con otros valores distintos, en los que primen el altruismo, frente al egoísmo; la cooperación, frente a la competición; la vida social, frente al consumismo; el actuar localmente y pensar globalmente, frente a la globalización capitalista; la calidad, frente a la cantidad y la productividad; la solidaridad y la responsabilidad, frente al individualismo; el amor, frente al odio...
Cambiemos el ruido y la materia, por el amor y la poesía.
Sólo la utopía puede evitar la distopía.