jueves, 26 de febrero de 2015

Febrero 2015: las quiebras se aceleran en el sector petrolero



Queridos lectores,

Podría parecer que no está pasando nada especialmente relevante en la escena internacional, teniendo en cuenta el relativo estancamiento de la evolución del precio del petróleo Brent durante las últimas semanas: después de haber caído desde los 110 dólares por barril de Junio de 2014 a menos de 50 dólares por barril en Enero de 2015, parecía que la situación se invertía con un relativamente repentino repunte de 10 dólares por barril a finales de Enero. Sin embargo, casi un mes más tarde el precio del barril sigue estancado en esa marca. 



En realidad es todo lo contrario: está produciéndose toda una revolución que pasa desapercibida a la mayoría de los analistas económicos, es decir, aquéllos que sólo miran la evolución de los precios sin intentar entender qué hay detrás. Y esta revolución no es una revolución energética al estilo de la tanto se cacareó que estaban haciendo los EE.UU., sino justamente el derrumbe de ese gigante con los pies de barro. Un rápido vistazo a las estadísticas de la empresa de servicios de la industria petrolera Baker Hughes nos muestra el brutal hundimiento del número de perforaciones horizontales (características, aunque no privativas, de las explotaciones de fracking) en los EE.UU., de más del 30% desde sus máximos de Octubre de 2014:



Y consecuentemente se suceden las noticias sobre explotaciones de petróleo y gas, muchas de ellas vinculadas con el fracking, que están cerrando por culpa de sus deudas o despidiendo masivamente (sólo enlazo noticias de los últimos dos meses; en los últimos meses de 2014 hay una colección de ellas de similar tamaño):


Pero esto es sólo la punta del iceberg, ya que no sólo las explotaciones de fracking están sufriendo. Al otro lado de la frontera, la situación no es mucho mejor para las explotaciones de las arenas bituminosas en Canadá:

El desastre que se está produciendo en el sector de las arenas asfálticas de Canadá da, por cierto, otra dimensión, económica e interesada, al reciente veto del presidente Obama a la construcción del oleoducto Keystone XL.

Y una derivada realmente preocupante: no sólo cierran explotaciones de fracking en los EE.UU., sino también, y a un ritmo más rápido, perforaciones verticales en aquel país (las cuales son típicas de la extracción de petróleo convencional). Como verán en el gráfico adjunto, la caída en este caso es de aproximadamente el 50%, partiendo además de un número que era mucho más estable en el tiempo:



Entre tanto, el Departamento de Energía de los EE.UU., a través de su Administración para la Información de la Energía (EIA, en sus siglas en inglés), reconoce en su informe de coyuntura que la oferta ha superado a la demanda durante más de un año ya (en vez de tener el típico cruce de curvas estacional), y no espera que ambas variables empiecen a equilibrarse hasta pasado el verano:



Hasta ahora, esos excedentes de petróleo producido, aparte de llevar al precio a la baja, ha servido para que las grandes potencias se aprovisionen de oro negro. Así, los stocks de petróleo de EE.UU. y China están a rebosar, lo que algunos analistas malintencionados usan para enganar al público lego, diciendo -literalmente- que "las reservas de los EE.UU. están en máximos históricos", confundiendo así el petróleo almacenado en depósitos (y que sólo sirve para cubrir unos pocos meses de consumo) con las reservas geológicas de petróleo. La gráfica del Departamento de Energía de los EE.UU. nos muestra que esperan que la demanda de petróleo empiece a recuperarse hacia el verano. Si tal previsión no se cumple (porque se desencadena una recesión a escala global) y la demanda no sube, estando además los depósitos de petróleo muy llenos, la producción global de petróleo estaría en grave riesgo, ya que los precios se deprimirían aún más y se cerrarían aún más pozos y yacimientos, algunos de los cuales no sería tan fácil volver a poner en marcha en una eventual recuperación económica posterior.

Todos estos indicios hacen anticipar que se acerca un momento de ruptura. O bien el precio del petróleo empieza a subir pronto, porque se consiga reactivar por fin la demanda (poco probable) o porque la caída de la producción se encuentre por fin con el actual nivel de demanda, o bien está servida una crisis financiera con el fracking en su epicentro. Esperemos acontecimientos.

Salu2,
AMT

lunes, 23 de febrero de 2015

Declive energético y asignación de recursos


Queridos lectores,

Durante las últimas semanas he percibido una cierta oleada de comentarios, en diversos foros de internet (en el foro Crashoil por supuesto, pero también en comentarios de noticias en diarios y otros medios digitales) en los que se pretende hacer de menos el problema del declive energético. En general, estos comentarios - muchas veces, de tono despectivo y vejatorio, a veces incluso personalizando sus ataques contra las personas que, como yo, nos dedicamos a hablar de estos temas - suelen basar su "contra-argumentación"  a los graves problemas aquí expuestos en una u otra maravilla tecnológica o recursos fabulosos que están a punto de llegar a nuestros hogares. Así, un día se recurre a la vieja falacia de la "siempre pendiente" revolución de los hidratos de metano o clatratos, mientras que otro se le da un eco desmedido al último anuncio comercial de la compañía Tesla Motors o se le da vueltas a la quintaesencia del grafeno. Hace unos meses los temas de moda eran los reactores de fusión de bolsillo  o el reaprovechamiento de los plásticos para hacer combustible casero  (tema, por cierto, ya abordado tiempo ha en este blog). Siguiendo el orden habitual en las rondas de mesías energéticos, en los próximos meses oiremos hablar del gran potencial del aprovechamiento de los residuos y probablemente alguna cosa relacionada con el hidrógeno, la fotosíntesis artificial o las mejoras en el rendimiento de los paneles solares. Y así en una rueda perpetua en el que las tecnofantasías se suceden sin fin, de entre un conjunto de ellas que después de todo, según se comprueba por lo mucho que se repiten, es bastante limitado.

Es relativamente habitual, cuando se empieza a discutir con cierta profundidad de los problemas energéticos de nuestra sociedad, que algún comentarista se descuelgue con alguna idea leída aquí o allá acerca de la solución-milagro de su personal preferencia. Pero en el caso presente llama la atención la gran cantidad de comentarios que menudean en estos días, así como lo extremo de algunas exageraciones (por ejemplo, dando por descontado que la siguiente revolución energética está prácticamente a semanas vista), y también el encono, en ocasiones bastante brutal, contra los que no sustentamos esa visión de vino y rosas (el epíteto más suave que he leído dedicado a mi estos días es "asustaviejas"). Más allá de los insultos me he encontrado algunas cosas curiosas, como  algunas groseras tergiversaciones de mi posición real sobre la crisis energética y el problema de los recursos (gente que de repente se entera -y se felicita por "mi cambio de opinión"- de que yo pienso que el problema es más social que técnico, a pesar de los años que llevo diciéndolo) o el que me repite una y otra vez cómo de errado estaba el informe "Continously less and less", en el que - según esta persona- "Turiel se basa para sacar sus conclusiones sobre el peak everything", aludiendo a posts que yo escribí hace cinco años, como si en este tiempo Alicia Valero no hubiera defendido su tesis, no se hubiera publicado "Thanatia" o Jeremy Grantham, entre otros muchos, no hubiera analizado el problema. ¡Si hasta la Agencia Internacional de la Energía comienza a reconocer tímidamente que varias materias primas están cerca de su máximo productivo!

No creo que esta ofensiva sea casual, en absoluto. Hay una gran necesidad de nuevos ídolos y de nuevas revoluciones en un año, este 2015, que si no se produce un cambio radical de tendencia pasará a la historia como el año en que la producción de hidrocarburos líquidos llegó a su máximo volumétrico (ya sabemos que el máximo en energía fue hace unos años). Aquellas personas que apostaban todo a que la denominada "comunidad picolera" estaba radicalmente equivocada, y entre ellos algunos que viven de desinformar sobre estos temas, están buscando ansiosamente un asidero, un punto de apoyo para evitar que la gente comience a cuestionarse aspectos básicos de nuestro modelo energético, lo cual irremediablemente lleva a cuestionarse aspectos básicos de nuestro sistema económico (y eso es intolerable según para quién). Por tanto, existe cierta desesperación y necesidad de cubrir el enorme agujero que está dejando el derrumbamiento de la última "revolución energética": el fracking. Los signos de que el boom del fracking en los EE.UU. está llegando a su fin se multiplican día a día, y ya empieza a ser de dominio público que el número de pozos de petróleo activos en los EE.UU. ha caído más de un 30% desde su máximo de finales de año pasado, como muestra el siguiente gráfico.


Imagen de http://wolfstreet.com/2015/02/21/fracking-bust-deepens-sets-records/

Al mismo tiempo, hasta los analistas más rezagados se han dado cuenta de que el actual "exceso de oferta de petróleo" se debe más a la caída de la demanda de petróleo a escala global que a un gran incremento de la oferta por razón de una ofensiva saudí o alguna otra teoría conspiratoria, fruto de una ilusión de control. Como anticipábamos, muchos analistas están complementamente perdidos con respecto a la evolución del precio del petróleo, y sobrereaccionan a los movimientos de los últimos días, pensando unos que ya se va a disparar a valores en dólares por barril de tres cifras mientras que otros creen que puede caer por debajo de la mitad de su valor actual. Y prácticamente nadie quiere contemplar la posibilidad de que estemos iniciando una peligrosa espiral de destrucción de demanda - destrucción de oferta que amenaza con subvertir una gran parte de nuestro mundo.

Si es 2015 el año en que comenzará nuestro inevitable descenso energético a escala global o no es algo que sólo sabremos dentro de unos años. Aunque cada vez peores, aún existen algunas opciones para estirar la situación actual unos poco años más (Ugo Bardi se refería hace poco a la posibilidad de usar carbón para convertirlo en hidrocarburos líquidos, un proceso poco rentable que es conocido desde hace décadas). Cada una de estas opciones implica implícitamente destinar o desviar recursos de unas actividades a otras, y dado que las fuentes de energía residuales son de menor TRE (con lo que ello implica a nivel económico) apostar por estos parches significa que llegará menos energía a la sociedad y que ésta en su conjunto será más pobre. Por poner un ejemplo concreto y particular, si decidimos apostar por convertir el carbón en un mal sucedáneo del petróleo nos encontraremos con que tendremos que destinar mucho más dinero a esta actividad del que destinamos actualmente a comprar petróleo, y eso implicará más recortes sociales, más bajadas de sueldo y más paro. Pero por otro lado, si no encontramos algún hidrocarburo líquido que se pueda producir a buen precio habrá muchas actividades económicas que no podrán continuar, se cerrarán fábricas y habrá más paro, se recaudarán menos impuestos y se producirán más recortes sociales. En suma, que según parece podemos escoger entre el fuego y las brasas.

Eso no es del todo cierto. Si uno comprende y asume que el escenario más realista que tenemos por delante es el del descenso energético, se puede a partir de ahí adoptar medidas conducentes a gestionar los recursos restantes de una manera más eficiente o socialmente más equitativa. En suma, que sí que hay una cierta libertad para escoger cómo queremos realizar nuestro descenso energético. Pero para ello es muy importante comprender que estamos embarcados ya en el proceso de descenso energético, porque de otro modo la asignación de recursos no sólo será altamente ineficiente, sino socialmente muy destructiva. Nuestro actual sistema económico se basa en una premisa básica: que la cantidad de energía disponible aumentará cada año y tendrá precios asequibles. Por eso, su modelo de asignación de recursos es expansivo: se tiene que generar cada vez más actividad económica para aprovechar esa plétora de energía y materiales que tenemos a nuestra disposición. Y por eso mismo, dejando de lado la cuestión ambiental - que también es grave- este modelo es potencialmente catastrófico cuando la tendencia en la disponibilidad de energía se invierte, que es justamente lo que está pasando ahora.

Definir las pautas de la asignación de recursos en el descenso energético no es tarea simple. Como siempre cuando abordo temas de esta índole, propondré una serie de cuestiones generales que justificaré argumentalmente, y las dificultades que implican su implementación. Pero por supuesto nada de lo que ahora diré es la última palabra sobre el tema y todo es revisable; se trata de comenzar un debate largamente aplazado pero imprescindible.

He aquí la lista de cuestiones que deberían tomarse en cuenta a la hora de asignar recursos en una situación de descenso energético.

  • Planificación: Si los recursos no son tan abundantes como queramos, y si cada año tendremos en realidad menos a nuestra disposición, es necesario racionar su posesión y racionalizar su uso. No podremos soportar cualquier actividad económica que consuma recursos, ya que no hay para cubrir todas las opciones que podemos imaginar. Así pues, se tiene que decidir qué actividades son prioritarias y cuáles son accesorias o prescindibles. No sólo eso: se tiene que hacer una previsión informada y realista de cómo irá evolucionando en los años siguientes la disponibilidad de recursos puesto que actividades que hoy en día nos podemos permitir quizá nos será imposible mantenerlas el año que viene. Peor aún: quizá para mantener una cierta capacidad de satisfacer las necesidades de la población en los años venideros tendríamos que comenzar ahora a destinar parte de los recursos que tenemos en este momento y que si no hacemos esta inversión no tendremos en el futuro (en la línea de las conclusiones del trabajo que hicimos hace unos años). Nuestro futuro puede depender críticamente de las acciones que emprendamos en el presente; sin una adecuada planificación, nuestra evolución más probable no será ni mucho menos óptima. Por ejemplo, puede ser que interese invertir ahora en sistemas de producción de energía renovable, o en mejoras en el aislamiento de las viviendas, o en reagrupar población, o cambiar los usos del suelo, o en otras múltiples formas de conseguir una sociedad menos dependiente de la energía. Todos esos cambios serían mucho más fáciles de hacer con toda la energía que tenemos ahora; incluso, puede que algunos de ellos sean imposibles si no hemos hecho las transformaciones adecuadas a tiempo. Por eso, se tiene que analizar el problema con detenimiento sobre la base de las necesidades locales (ver más abajo) y hacer un plan de transición, consensuado con todos los actores. El problema más grave que plantea la planificación en la asignación de los recursos es que choca frontalmente con ideas muy asentadas durante los años de abundancia de materias primas, fundamentalmente con dos: el ideal del libre mercado y el temor a un excesivo intervencionismo por parte del Estado. El ideal del libre mercado es una hipótesis compartida por la mayoría de los economistas y responsables políticos según la cual un mercado libre es el mejor sistema de asignación de recursos. Justamente por eso, cualquier intento de controlar el mercado lleva a ineficiencias y a un desperdicio de recursos; y de todas las formas de intervención la que habitualmente se considera la más dañina es la intervención del Estado, en parte porque su gran tamaño le permite desequilibrar más el mercado que otros actores, y en parte porque, según esta parcial visión de las cosas, los entes públicos son los más ineficaces en la gestión económica. Quienes sustentan este tipo de argumentos suelen basar su visión en largas retahílas de datos que muestran la bondad de sus hipótesis, pero en general la premisa está contenida en sus conclusiones (lo cual las hace no falsables). En realidad las cosas son mucho más complicadas: aún cuando el libre mercado, como ente ideal, podría ser eficiente en la asignación de recursos, lo que se tiene en la práctica es un mercado natural, que se parece más a la ley del más fuerte.  Se defiende que el mercado es libre, cuando si uno lo observa con detalle ve que está fuertemente intervenido por los actores económicos más poderosos. En cuanto al papel del Estado, muchas veces éste actúa en cooperación con los grandes poderes económicos (yo voy aún más lejos: según mi modo de ver, Estado y capitalismo se necesitan mutuamente). El Estado es intervencionista, sí, pero con demasiada frecuencia en favor de intereses privados, y eso se refleja no sólo en el mercado sino en muchas otras relaciones humanas ahora "mercantilizadas"; con todo, ese intervencionismo del Estado todavía está un paso por detrás de lo que pasaría en el contexto de un mercado completamente natural, en el que los fuertes impondrían sus reglas. Por otro lado, la planificación ya es una parte esencial del capitalismo: las grandes empresas planifican con meses de anticipación los patrones de consumo de la siguiente temporada y maniobran para compensar cualquier desviación; la supuesta satisfacción plena de los deseos de los consumidores no es más que una ficción. En realidad, lo único que hace falta cambiar son los objetivos de esa planificación, que en vez de ser la maximización del beneficio del capital deberían ser la satisfacción de las necesidades básicas de la población con criterios de verdadera sostenibilidad.
  • Reforma financiera: Simplificando un tanto arteramente, podríamos decir que en un sistema económico feudal el señor feudal tenía derecho a recibir una remuneración anual que era un porcentaje de la producción de sus vasallos, típicamente un 10%. Nuestro sistema económico se caracteriza por que el capital, por el simple hecho de existir, tiene derecho a una remuneración anual que es un porcentaje del propio capital, típicamente el 5% nominal (de manera efectiva, ese porcentaje se reduce a un 3% teniendo en cuenta diversos efectos de reducción del capital: inversiones fallidas, inflación, desgaste del patrimonio, etc). Con todas las injusticias que tenía el sistema feudal (y el continuo estira y afloja entre señor y vasallos y el ir y venir de alguaciles que se aseguraban del correcto pago a su señor) era un sistema sostenible: si la producción era menor, la remuneración era menor, y si la remuneración era mayor era como consecuencia de una mayor producción. En cambio, el sistema capitalista es intrínsecamente insostenible: cada remuneración que recibe el capital le hace crecer, y eso obliga a que el año siguiente la remuneración exigida sea aún mayor, pues ésta es proporcional al tamaño del capital. A un ritmo efectivo del 3% el capital se multiplica casi por 20 en un siglo, lo cual obliga a que la producción crezca en la misma proporción solamente para poder pagar sus intereses. Eso obliga a crecer y a crecer, a aumentar la producción sin parar para satisfacer las ansias de un nuevo señor feudal cuya glotonería no conoce límites y crece a ritmo exponencial. El grave problema que se plantea en la actual situación de declive energético es que es imposible hacer crecer la producción; al escasear la energía y finalmente las materias primas la producción no puede seguir aumentando. Sin embargo, el señor capital exige el pago de las obligaciones, que vienen impuestas a través de títulos de deuda (préstamos e hipotecas), y tiene al Estado de alguacil para asegurarse que cobrará. Esta imposibilidad física de continuar pagando las deudas hará que el capital, incapaz de alimentarse de una producción que ya no crecerá sino que además disminuirá al disminuir la renta disponible de los que deberían pagar por ella, canibalizará - como ya lo está haciendo - al resto de actores, principalmente a la clase media (la Gran Exclusión) y al propio Estado (a través de forzados rescates de empresas consideradas estratégicas cuyas deudas tienen su origen último en la fagocitación del gran capital). Lo primero que hay que entender, por tanto, es que no tiene sentido mantener el actual sistema de deuda, porque lo único a lo que puede llevar en una situación de descenso energético es a la liquidación precipitada de activos que serán valiosos en la transición, únicamente para engordar el capital y hacer aún mayor el problema de la devolución de deudas futuras (ya que ese capital ahora incrementado, por virtud de nuestro sistema financiero, será prestado para poner en marcha otros proyectos y emprendimientos que también fracasarán por culpa del descenso energético). En tanto en cuanto se mantenga la estructura actual de nuestro sistema financiero, el bombeo de recursos con el único objetivo de la acumulación improductiva de capital continuaría hasta que virtualmente no quede nada más que bombear; en el camino, se destruirían todas las estructuras que sirven para crear la cohesión social (en particular, que todos nos creamos parte de un proyecto común al que llamamos sociedad). Es obvio que tal manera de asignar los recursos provocaría hambrunas, epidemias, revueltas y eventualmente guerras, tanto civiles como con otros países. Por otra parte, cuando la succión de recursos por parte del capital llegase al límite del sustento mínimo vital de la mayor parte de la población, ya excluida, el capitalismo como tal dejaría de existir y se convertiría, probablemente, en un sistema feudal tradicional, en el que la democracia resultaría definitivamente abolida. Es por ello que resulta imprescindible romper una dinámica tan nociva. La manera más lógica de hacerlo es "hackear" completamente el sistema financiero. El primer paso sería, obviamente, reestructurar todas las deudas: si la perspectiva es que no habrá crecimiento, devolver los préstamos será cada vez más complicado hasta volverse imposible (como no se cansa de repetir Gail Tverberg). Pero el mero jubileo de la deuda no es suficiente. Dado que la economía en su conjunto se contraerá por la pérdida de capacidad productiva que implica la pérdida de energía disponible, no se puede aspirar a sacar adelante proyectos que se basen en una financiación en la que el capital tenga un interés porcentual por exactamente el mismo motivo: aunque uno ponga la deuda a cero, la falta de viabilidad financiera de los nuevos proyectos se manifestaría desde el primer minuto, porque en un mundo en contracción energética la mayoría de los proyectos no tienen rentabilidad suficiente para garantizar el pago de intereses (Gail Tverberg ha escrito recientemente un extenso ensayo sobre por qué eliminar las deudas pendientes no sirve en un mundo con energía limitada). Este problema de escasa rentabilidad es una manifestación de la disminución generalizada de la TRE de las fuentes energéticas de las que nos abastecemos, y está en el origen del escaso entusiasmo inversor actual en proyectos de producción de energía renovable en muchos países del mundo; y sin embargo quizá son esos proyectos los que podrían garantizar un acceso razonable a la energía en las próximas décadas. Dado que la iniciativa privada, siguiendo con la lógica financiera aprendida durante los dos últimos siglos de prosperidad energética, nunca invertirá en la mayoría de proyectos, se hace necesario no sólo cancelar las deudas previas e impagables, sino también establecer un sistema público de financiación, sin interés asociado, cuyo deber sería fomentar el rápido establecimiento de aquellos sistemas y actividades que se consideren más convenientes para garantizar un descenso energético razonable. Más aún, se tendría que prohibir todo préstamo con interés e incluso aquél no destinado a los fines prioritarios dada la urgencia de la situación, lo que en la práctica significaría la prohibición o tutela muy estrecha del crédito privado y la persecución de la usura (entendida como solicitar cualquier interés por un préstamo). El problema de esta reforma tan profunda del sistema financiero es todavía mayor que con la planificación que planteábamos más arriba; si la anterior ponía trabas a la expansión del comercio no tutelado, esta reforma atenta contra el corazón mismo del capitalismo. Quien intente promover estos cambios será denostado de comunista trasnochado o algo peor, ya que tal grado de intervención suena a apropiación y estatalismo. Crítica esa un tanto a la ligera, pues el comunismo de corte estatalista que ha conocido el mundo es tanto o más nocivo que el capitalismo (como ya discutimos en su momento); pero ciertamente hay un sustrato de razón en ella, ya que los marxistas clásicos atacaban a los derechos remunerativos del capital y en ese sentido la coincidencia con lo arriba expuesto es plena. Dado que la enorme carga ideológica del debate capitalismo-comunismo durante las décadas de la Guerra Fría aún no se han disipado del todo y podrían reavivarse en medio del general cuestionamiento de las bases teóricas y prácticas de nuestro sistema económico, me parece prácticamente inalcanzable tener un debate ciudadano razonable sobre la imposibilidad lógica de mantener el crédito con interés y la imperiosa necesidad de las reformas arriba expresadas: cualquier intento de avanzar en esa discusión se empantanará en diatribas inacabables con los viejos tópicos de hace 30 años. Como vía más práctica, mi sugerencia sería, simplemente, prescindir de todo tipo de financiación convencional, recurriendo al apoyo de comunidades locales para sacar adelante pequeños proyectos concretos, mientras el sistema financiero colapsa por sí mismo. Esta estrategia tiene el riesgo de que el Estado puede lanzar algunas iniciativas legislativas para perseguir esos caminos alternativos (los recientes movimientos del Gobierno español para regular el crowfunding son un indicio de esa posibilidad); por tanto, las comunidades tendrán que tantear muy bien el terreno que pisan y asegurarse de que sus iniciativas sean siempre escrupulosamente legales y así pasen por debajo del radar.
  • Cambio del sistema productivo: En un mundo con la energía disponible en franco descenso y recursos cada vez más escasos es imposible mantener un sistema orientado a la producción. Estrategias como la obsolescencia programada tendrán que ser progresivamente abandonadas, y los esfuerzos se tendrán que ir dirigiendo a conseguir nuevos diseños que aseguren una mayor reparabilidad, reciclabilidad y reutilización.  Eso crea un problema para las empresas, que deberán reorientar sus modelos de negocio, de modo que su cuenta de resultados no dependa de vender más sino de vender mejor. En el caso de empresas que produzcan bienes de consumo masivo, ya materiales o inmateriales, cuya clientela objetivo sea la menguante clase media, tendrán el problema adicional de adaptarse a la disminución de la capacidad de compra de sus clientes y la disminución objetiva de su mercado potencial. En añadidura, las empresas tendrán que recurrir cada vez más a sus recursos financieros propios ya que su perspectiva no será la de crecer, sino inicialmente menguar y eventualmente, con suerte, estabilizarse; eso hará todo mucho más difícil y la evolución general de los proyectos mucho más lenta, a no ser que cuenten con financiación participativa a interés cero (y que sorteen los problemas indicados más arriba). Añádase a todo lo mencionado que asignar recursos para rescatar empresas cuya viabilidad en el largo plazo es dudosa es una estrategia condenada al fracaso. Por ejemplo, pensando en el medio y largo plazo no tiene sentido ayudar al sector del automóvil, como seguramente tampoco tiene sentido apuntalar a las compañías aéreas o al sector del transporte por carretera, a pesar del peso económico tan importante que tienen estos sectores ahora mismo. El gran problema con el cambio del sistema productivo es que las reformas propuestas son también muy radicales y contradicen diametralmente todo lo que se enseña hoy en día en las escuelas de negocios de todo el mundo; los especialistas en ellas formados argüirán que todos estos cambios llevan a una enorme pérdida de productividad y de eficiencia económica. Y tienen toda la razón; lo que pasa es que el problema es de imposibilidad, no de conveniencia: con recursos limitados y en descenso su modelo simplemente no funciona. Dudosamente aceptarán tales argumentos, así que sólo cabe esperar que la fuerza de los hechos les acabe convenciendo. También es verdad que, mientras dure la transición, una empresa que apostase fuertemente por el cambio de modelo sería menos competitiva mientras aún haya cierta abundancia energética, y por tanto tendría muchos problemas para sobrevivir hasta el momento en que el modelo fósil actual deje de funcionar. Por ese motivo muchos autores dan por hecho que la sociedad industrial acabará necesariamente con el fin de los combustibles fósiles. Que la industria se tendrá que redefinir es evidente; que desaparezca por completo dependerá de las decisiones que se tomen, y en cada lugar la historia será diferente. 
  • Gestión de las infraestructuras: En el momento en que fueron creadas, las infraestructuras aportaron un gran valor tanto económico como social: los ferrocarriles comunicaban ciudades antes lejanas, los puertos permitían transportar grandes volúmenes de mercancías sobre grandes distancias, la red eléctrica traía la luz en medio de la noche... Pero a medida que las infraestructuras fueron creciendo en tamaño y extensión, y al tiempo envejecían se han ido convirtiendo, progresivamente, en una mayor carga, lo que implica un mayor consumo de recursos. Salvo honrosas excepciones, en la mayoría de las infraestructuras ha faltado una planificación a largo plazo, y la ganancia marginal que suponía cada nueva capa de infraestructuras ha ido disminuyendo (y posiblemente en algunos casos se ha vuelto negativa). Reasfaltar periódicamente las carreteras es muy oneroso, la red eléctrica necesita ser revisada y mantenida, los ferrocarriles requieren un mantenimiento continuo - especialmente en las vías de altas prestaciones... hasta mantener encendidas por la noche las farolas implica un gasto constante. Pero si los recursos disponibles menguan la parte necesaria para mantener todas las infraestructuras simplemente no estará ahí. Delante de este problema hay dos posibilidades. La primera es pretender hacer ver a la opinión pública que no hay ningún problema pero por la vía de hecho descuidar algunas infraestructuras, de manera poco ordenada, con lo que los problemas se van agravando - y son por tanto más costosos de arreglar - con el tiempo (lo que nos llevaría a un abrupto precipicio de Séneca, como ya explicamos en estas páginas). La segunda opción consiste en tomar decisiones atrevidas -  no siempre bien recibidas por la opinión pública - y avanzar en un desmantelamiento ordenado de algunas infraestructuras con la intención de sustituirlas por otras menos costosas y más resistentes. Por ejemplo, la decisión que han tomado algunos condados de los EE.UU. de no reasfaltar las carreteras bajo su responsabilidad y, al contrario, volver a convertirlas en caminos de tierra y grava. De entre todas las infraestructuras en peligro de abandono voluntario o involuntario, las relacionadas con el transporte están especialmente en riesgo: en un mundo con menos energía la hipermovilidad que ha caracterizado las últimas décadas está condenada a desaparecer, con lo que se pierde el sentido de tanta y tanta carretera, puerto, aeropuerto y hasta vía férrea, que además son muy costosos. Lo ideal, de nuevo, sería diseñar un plan de descenso energético y, conforme a él, decidir qué hay que abandonar, qué hay que substituir y qué hay que mantener; y también tomar decisiones sobre qué es lo que no existe ahora pero que es necesario construir de cara al futuro (por ejemplo, puertos fluviales). El problema mayor para que se cambie el modelo de gestión de infraestructuras radica, sobre todo, en la gran capacidad de presión e influencia que tiene el sector del transporte, que interpretará cualquier decisión en línea con el declive energético que le afecte como una agresión, negándose probablemente a aceptar que no sólo los días de gloria del transporte no volverán, sino que cada vez las cosas irán a peor. También es problemática la tendencia al elitismo, que irá convergiendo hacia la creación de medios de transporte para ricos y medios de transporte para pobres.
  • Relocalización: Justamente, si falta energía ni la materia ni las personas podrán viajar grandes distancias. Por otro lado, al disminuir el tamaño de la economía también disminuirán las ligaduras de largo alcance, y será la actividad local la que generará una parte cada vez mayor de la renta de las personas. En suma, el dinero no viajará grandes distancias, y la industria local será la que cree el empleo local y satisfaga el consumo local, formando un ecosistema económico cerrado en si mismo y cada vez de menor tamaño. Para evitar el desabastecimiento de bienes y servicios críticos, como lo son los alimentos o el vestido pero también la sanidad y la educación y cosas más prosaicas pero fundamentales como motores básicos y máquinas elementales, así como vehículos automóviles sencillos, se debería planificar cuidadosamente qué se va a producir y en dónde, de manera que se asegure un mínimo nivel de funcionalidad sin tener que salir de la escala local.  El gran problema con la relocalización es que la palabra ya está, a estas alturas, bastante manoseada, y muchas veces se queda en discurso vacío, sin contenido; es mucho más fácil hablar de ello que hacer algo positivo en su dirección.
  • Rehumanización: Se requiere la introducción de valores más sólidos para las relaciones humanas y el respeto a los demás, para no tener que discutir cosas obvias como que un sistema no está funcionando bien si hay niños cuya única ingesta de alimentos se produce en el comedor de la escuela, o que es más importante tener menos desahucios que más productividad, o que si el problema del desempleo crónico afecta a varios millones de personas no es porque estas personas sean unas inútiles o unos vagos, sino porque algo está profundamente mal en el reparto y la estructura del trabajo, en particular su completa sumisión a un sistema económico inflacionario y suicida; o que satisfacer los banales caprichos de los consumidores de hoy es menos relevante que proteger la calidad de vida de las generaciones aún por venir. Más aún, hace falta mejorar la calidad de la prensa: es completamente imposible que los ciudadanos puedan ejercer como tales si no se pone el acento en la necesidad y la obligación de difundir información completa y veraz, y mucha menos propaganda meramente al servicio de unos intereses económicos no siempre confesables. El problema más grave con la rehumanización es que choca con valores promovidos por el capitalismo para crear una sociedad acrítica y consumista: en el fondo, promover nuevos valores para una nueva sociedad es, de todas, la propuesta más subversiva. Se puede trabajar en este ámbito con menos peligro que, por ejemplo, en el ámbito financiero pues estamos hablando del ámbito de las convicciones personales y es intangible; pero al tiempo es más difícil salvar el inmenso escollo de la propaganda en contra, el descrédito, la ridiculización y el ninguneo.


Como ven, la mayor dificultad para implementar los modelos de asignación necesarios chocan con la ideología imperante. Es por eso que para poder hacer el cambio de modelo económico tendrá que producirse un cambio del modelo cultural. Pero eso será asunto a abordar en otro post.

Salu2,
AMT

lunes, 16 de febrero de 2015

Argentina: de su pico del petróleo al declive energético irreversible

Queridos lectores,

Gabriel Anz y Demián Morassi, en colaboración, nos ofrecen esta semana este atinado análisis de la situación del país andino. Interesante e imprescindible.

Salu2,
AMT




Argentina: de su pico del petróleo al declive energético irreversible



Presidente de la Nación Cristina Fernández (3/2/2015): “Yo sé que es políticamente correcto y muy cool hablar de las energías alternativas renovables y todos estamos con las energías alternativas renovables. De hecho estamos haciendo inversiones (...), pero también como empresarios y como dirigentes del Estado sabemos que en los próximos 30, 40 años, la energía fósil va a seguir siendo el gran motor que alimente la industria, que alimente los automóviles…


Este artículo tiene la intención de motivar el debate en Argentina, sobre nada menos que el Pico de producción de Energía del país, ocurrido en el año 2007 y que a partir de ahora se entrelaza con otro pico... el de las exportaciones globales de petróleo y gas.


Las palabras de la presidenta en China convocando a seguir la apuesta por las energías fósiles son lógicas dentro del panorama actual; sin embargo, ese “gran motor” que son los hidrocarburos irán ofreciendo cada vez menos sustento y eso puede que sea difícil decirlo abiertamente al público, aunque no debería ser justificativo para ocultar la verdad o decirla a medias.


El problema en Argentina nace en 1998 con el Pico del Petróleo convencional, que devino en la crisis del 2001. Dicho pico se anticipó al pico mundial en siete años (ocurrido en el año 2005 y que se manifestó como crash en el 2008) y que motiva la crisis energética que todos conocemos y vivimos desde entonces (no sólo en Argentina).


La debacle de sus principales fuentes de energía, el petróleo y el gas (representan el 87% de la matriz energética), se presenta como irreversible y por ello el país deberá adaptarse a vivir con mucho menos energía de ahora en más y progresivamente.


El primer aspecto a señalar es que Argentina ha sido pionera en el subcontinente en muchos campos del desarrollo de la industria petrolífera y gasífera, y por estar fuertemente subvencionada -más allá de los aspectos positivos de esta política- ha instaurado una cultura derrochadora ... de un recurso que no se regenera a escala humana.


Como ejemplo concreto, ésta política de subsidios ha desmotivado el uso del ferrocarril en beneficio del camión (el sindicato de camioneros es, desde principios de los 90s, definitivamente el más fuerte de todos los sindicatos del país), por lo que el ferrocarril quedó en lamentable estado de abandono y deterioro, aunque en el presente se está intentando recuperar.


Un segundo aspecto a tener muy en cuenta por la situación de fragilidad que se plantea, es que Argentina, al ser un país que tiene a la agroindustria como pilar fundamental de su economía, es altamente vulnerable a esta crisis por su dependencia en el petróleo y, en menor medida, del gas.


En un país de grandes superficies despobladas, largas distancias y de matriz económica fuertemente exportadora-importadora, las necesidades de hidrocarburos que exigen estas circunstancias, no pueden ser reemplazadas en su totalidad con energía eléctrica. Por otro lado, más de la mitad de la producción de electricidad depende de centrales térmicas que funcionan a gas.


El pico nacional del petróleo


Como ya se dijo, Argentina tuvo su Pico del Petróleo en 1998. Y como muestra la gráfica de abajo, desde ese año la producción viene cayendo sin tregua, aunque hubo un leve repunte luego de la compra de Repsol por parte de YPF. Sin embargo podemos apreciar que ese pico de producción no coartó la posibilidad de un repunte industrial, luego de sus años de neoliberalismo ortodoxo, aumentando su consumo de petróleo hasta que en 2012 llegó a superar la producción, debiendo empezar a importar más petróleo del que aún se exporta (en cantidades decrecientes).





El hecho de que el país haya pasado de ser exportador a importador no ha promovido una baja en el consumo, sino todo lo contrario (la línea negra del gráfico anterior); pero el problema que se enfrenta es que las exportaciones de petróleo tocaron su techo a nivel global y cada vez es menos lo que queda para repartirse entre los importadores. Otro problema es que por seguridad los exportadores priorizan a los grandes consumidores, a la vez que deben respetar contratos precedentes, y entonces lo que se puede ver es la siguiente situación: China aumenta sus importaciones (gran consumidor) mientras que disminuyen las del resto de los países importadores.





El pico nacional del gas


En el caso del gas, Argentina ha llegado a su pico de producción en 2006 y ha pasado rápidamente de exportador a importador en 2008 (vean la línea del cero).





La diferencia con el gas, es que las importaciones se hacen sobre todo a nivel regional. En el caso de Argentina es altamente dependiente de Bolivia que no sólo ha aumentado su consumo doméstico, sino que además es demandado por el aumento en el consumo de gas de otro país vecino: Brasil. Desde 2004 a 2013 Brasil duplicó su consumo, a tal punto que hoy necesita una cantidad semejante al total que exporta Bolivia (en 2012 el 68% de las necesidades de Brasil las cubría Bolivia). Y podría pensarse que Brasil tiene la suerte de contar como vecino a Venezuela,  pero resulta que este último usa el 40% de su gas para la industria del petróleo, por lo que no exporta nada. De hecho importa gas de Colombia y EEUU. ¿Pero qué pasa con Colombia entonces? Este país es un exportador neto, que podría cubrir el 20% de las necesidades de Brasil, pero hasta hoy exporta su gas principalmente a Venezuela. ¿Y Perú?... En Perú también viene en aumento su consumo y lo poco que exporta es a México. Resta decir, que hay un problema regional que por ahora se resume en “aumento de consumo”. Y así las cosas, Argentina debe complementar sus importaciones por barco, desde Trinidad y Tobago, Nigeria y Egipto.


En Argentina el gas está altamente subvencionado... tanto para uso doméstico como para generar electricidad. Pero si esta situación se modificara, podría ir disminuyendo el consumo y así poder cubrir con GNL (Gas Natural Licuado), el déficit de petróleo para el transporte. Pero lo que notamos es que en lugar de cambiar la tradición del despilfarro eléctrico o de gas por políticas de ahorro, el discurso está orientado a generar alternativas eléctricas al gas: hidroeléctrica, nuclear y eólica. Sin embargo, estas últimas aún representan una ínfima parte de la producción total, a la vez que las nuevas represas hidroeléctricas, como las existentes centrales nucleares, ya están generando amplio rechazo popular. Si, de todos modos, se convirtiera una parte mayor del transporte a gas, tampoco sería la gran solución ya que el Pico del Gas a nivel global se estima en menos de una década (las exportaciones ya están llegando a una meseta). Y de todos modos el GNL no sirve para motores Diesel, como los de camiones y barcos.






La opción del fracking


La inclusión de este método experimental de extracción ha generado grandes expectativas. En EEUU gracias al shale oil y shale gas repuntó su producción hasta niveles insospechados y si bien no lograron su independencia energética, lograron bajar sus importaciones. Argentina, un país con un consumo muchísimo menor en proporción podría hacer muchísimo más. Sin embargo EEUU tiene una gran diferencia a favor y está dada por su gran capacidad productiva, reglas económicas y políticas más claras, a la vez que muchas de sus extracciones las hacen a profundidades de entre 300 y 400 metros, mientras que en Vaca Muerta se realizan a 2.500 y 4.000 metros. Así y todo, a pesar  de estas ventajas comparativas, los beneficios no les alcanzan para cubrir los costos resultantes. Sin embargo, apalancados por el sector financiero, han logrado de forma indiscutible y categórica "patear la pelota hacia adelante", otorgándole por algunos años más un relativo éxito económico y cierta holgura ante el mundo para negociar y hacer valer su poderío como la primer potencia mundial.


No es por subestimar al poder financiero argentino, pero es muy posible que la actividad del shale oil en nuestro país quede acotada a las zonas más seguras en términos económicos, aunque en otras áreas se haya comprobado la presencia de estos recursos. Por ejemplo, es más rentable realizar fracking en Neuquén o Chubut, porque en esas zonas está afincada desde hace un siglo la industria petrolera, lo cual es diferente a tener que comenzar en zonas nuevas e instalar desde cero todo el andamiaje productivo.


Por otro lado, los pozos de shale oil y shale gas tienen un ciclo corto comparado con los yacimientos convencionales, calculándose que normalmente no superan los 6-7 años de vida útil, lo cual no deja de ser un panorama muy cortoplacista como para repetir en nuestro país, si consideramos además el importante impacto ambiental de la actividad.


Para mayores dudas acerca del rendimiento del fracking, huelga decir que la fuerte caída de los precios del petróleo después de su pico a 147 dólares el barril en el mes de Julio de 2008, hizo que el sector financiero de los EEUU implementara mediante los QE (Flexibilización Cuantiativa)(1), medidas de estímulo económico, para incentivar también la inversión en petróleo shale. Mientras que en este momento esa situación se ha invertido y ya (especialmente desde enero de 2015) las noticias dan cuenta de una avalancha de desinversión, que amenaza con hacer estallar la llamada “Burbuja del Fracking”.


Cuál será el límite de precios que hagan viable el uso del fracking en Argentina está por verse. Pero llegado el caso que sea mínimamente rentable, considerando las dificultades ya mencionadas, sabido es que la actividad es altamente dependiente del petróleo convencional, desde el momento que moviliza cientos de camiones y equipamientos "también convencionales", lo cual hace caer más la de por sí baja Tasa de Retorno Energético (TRE) de estas formaciones geológicas.


Lo que a día de hoy ya se puede observar es que, incluyendo lo extraído por medio del fracking, la producción de 2014 en Argentina es inferior a la de 2013.


¿Cómo leer esta realidad y no ver un futuro negro?

El petróleo es negro, por lo tanto, a menos petróleo un futuro más claro... claro que sustancialmente diferente al pasado de nuestros padres o abuelos.


Sin dudas que cuando se analiza en profundidad la situación a la que nos enfrentamos, resulta difícil aceptar que nuestro actual modelo de vida podría modificarse sustancialmente en poco tiempo, lo que en general provoca un rechazo visceral.


Pero al enfrentarnos a los gráficos y los estudios de eminencias de talla mundial en este tema, resulta inevitable sentir el frío correr por nuestra columna. Es que si nos detenemos a pensar en la tremenda dependencia que hemos creado en torno a la energía de los hidrocarburos, a sabiendas de que alguna vez se terminarían o al menos se haría difícil y costosa su extracción como para mantener la viabilidad de la empresa, veremos que nos hemos metido en un callejón con escasas salidas. Y hoy debemos pensar que la realidad es muy distinta a la de nuestros padres y abuelos, pues la población se duplicó desde entonces, la economía se concentró, el campo ha expulsado miles de personas a la ciudad y sobre todo, estamos insertos en un mundo extremadamente globalizado e interrelacionado. Y si bien, como ha dicho la Presidente Cristina Fernandez es “Cool” hablar de energías renovables, sabido es que harán un aporte muy modesto a la matriz energética, por sus características y limitaciones inherentes. Pero este es un tema que debe ser tratado aparte por su amplitud y complejidad.


La crisis del 2001 nos dio una muestra anticipada a nosotros y al mundo de cómo se pueden modificar las condiciones de vida de un momento a otro cuando hay problemas estructurales y la estructura instalada no armoniza con la capacidad productiva real, a la vez que se pretenden violar leyes físicas y naturales que están por sobre nuestras posibilidades, aunque la modernidad y las tecnologías nos proyecten un futuro maravilloso y de pleno control sobre estas.


Argentina debería hoy y sin dilaciones, readecuar su política para acompañar el declive al que ya nos estamos viendo forzados. El creer que esto es pasajero inhibe la capacidad de crear otro modelo de País, y así, frases del estilo "con el shale tenemos petróleo y gas para más de 100 años"(2) desorientan a los ciudadanos y no permiten que se vaya preparando para una vida que evidentemente será distinta a la actual.


Es hora de mirar el panorama completo:





La creatividad y el ingenio que en algún momento se orientó a modelar una Argentina petrolera, hoy se tiene que volcar hacia otros modelos de desarrollo que quizás están en las raíces de muchos habitantes... desde los pueblos originarios y pasando por la tradición gauchesca, hasta los descendientes de inmigrantes europeos y su cultura del trabajo y apego a la tierra. Un modelo que ayude a desconcentrar la economía, a minimizar la burocracia y a reconectarnos especialmente con la naturaleza, que en definitiva es la que nos brinda el sustento desde tiempos inmemoriales.


Para sumar aportes, preguntar o dejar un comentario, sugerimos hacerlo (al menos por ahora) en el Foro Crashoil.



Referencias:


1.- La Flexibilización Cuantitativa -en inglés quantitative easing o QE- es una política de algunos Bancos Centrales para aumentar la oferta de dinero reduciendo la tasa de interés a largo plazo.
2.- Cristina Fernández (26/2/2014): “La Agencia de Información Energética de los Estados Unidos estableció que la Argentina es la cuarta reserva mundial de recursos de petróleo shale (...) con 27 mil millones de barriles, y la segunda reserva mundial de gases no convencionales detrás de China, con 145 mil millones de barriles equivalentes. Estos recursos representan –escuchen bien las cifras– 123 años de consumo en petróleo y 410 años en gas. Y el 41 por ciento se concentra en el yacimiento de Vaca Muerta. (Aplausos.)”.