martes, 29 de mayo de 2018

Renovables, sostenibles y bemoles

Queridos lectores:

Nuestro colaborador Beamspot nos ofrece un nuevo ensayo, en este caso sobre lo que realmente implica el uso de recursos renovables sin cambiar para nada muchos errores de concepto de nuestra sociedad actual. Un post que me atrevería a calificar de imprescindible por su meridiana claridad.


Salu2.
AMT

Renovables, sostenibles y bemoles.

Vista panorámica d'Es Plà de Sant Jordi, con molinos de extracción de agua en primer plano, de estilo equivocadamente llamado americano, que en realidad es de origen holandés, país pionero en este uso.


En estas fechas de canícula veraniega y con las vacaciones de Agosto por delante, el tema habitual de conversación es ¿adónde vamos a ir de vacaciones?


Algunos de mis compañeros alemanes me han comentado que irán al “Mittlemeer Bundesland”, lo cual me ha traído recuerdos de esa hermosa tierra en la que hice la mili como policía militar, chupando guardias en el “Palau de s’Almudaina”, puerta por puerta con La Seu, icono mítico por excelencia del turismo en Palma de Mallorca, la catedral.


Entre esos recuerdos, figura una historia de fondo mucho más trágico que lo que habitualmente se acepta gracias a que al final no ha habido final fatídico. Una historia medioambiental que debería servirnos de lección sin necesidad de recurrir a la más lejana e igualmente trágica Isla de Pascua. Eso sí, esta última sí que fue con final nada feliz.


Este es un cuento con moraleja, que, sin embargo, es la historia real de algo que ha sucedido hace poco, muy poco, alrededor de un siglo, en un sitio nada lejano ni perdido, sino más bien en un lugar muy concurrido y conocido destino turístico, exactamente donde está ubicado el aeropuerto más rentable de España y uno de los de más tráfico de punta de Europa, el de Son Sant Joan, más conocido como el de Palma (de Mallorca).


Quien haya viajado por esa zona, habrá observado a la primera que haya prestado algo de atención al paisaje, que está llena de cadáveres de molinos extractores de agua, o “molins aigüaders”, como lo llaman los locales en esa variante autóctona en vía de extinción (muy maltratada por la aculturación cuidadosamente cultivada por la imperialista Cataluña mediante las televisiones locales, como algunos baleares me hicieron notar). Precisamente la cabecera de este artículo es una foto de algunos de la zona.


Hace más de un siglo, a mediados del siglo XIX, esa gran extensión llana estaba empantanada, y era un foco de enfermedades, área poco recomendable, insalubre, y terreno de escaso valor en la mayoría de sentidos.

Molí d'en Tenre. Magnífico ejemplar de "molí de ramell" autóctono, con profusión de madera, control 'fino' de potencia, pero complejo de utilizar y mantener. En primer plano, el "safareig" de almacenamiento-
Algunos de los vecinos, siguiendo el ejemplo de otras partes de la misma isla, y como en otras islas, empezaron a usar molinos que ya llevaban un tiempo usándose para extraer agua, empezaron a usarlos para desecar el pantano y de paso, utilizar el agua para cultivos de regadío.


A medida que se iba desecando el pantano y se iba modificando el terreno, se fue pasando de la zona insalubre y malsana a ser todo lo contrario. En pocas décadas, los más de 495 molinos censados en esa llanura convirtieron el Plà de Sant Jordi en los terrenos más productivos de Mallorca, un paraíso donde se producía de todo en grandes cantidades y con calidades muy buenas, un paraíso donde rezumaba la leche y la miel.


Esa bonanza de esa enorme extensión de tierras permitió, junto con las nuevas formas agrícolas que habría traído la revolución industrial, que la población se disparase, sobre todo en la vecina capital.


Las ventajas sanitarias de ese invento romano llamado alcantarillado, además de la adopción de las nuevas técnicas y medidas sanitarias que vinieron con la revolución industrial, facilitaron la expansión enorme de Palma, en parte también porque la elevada productividad de esos terrenos permitieron que la pujante y también creciente población rural se desplazase a Ciutat, apodo con el que todavía se conoce a Palma en el resto de Mallorca.


Que a mediados del siglo XIX un ingeniero de molinos holandés se desplazase a la zona y mejorase el complicado diseño anterior, conocido como ‘molí de ramell’, básicamente hecho en madera, pero con muchos mandos manuales para cambiar la extensión  e inclinación de las palas, por otro más sencillo con mucha más profusión de hierro y menos mandos (básicamente uno, para mantenerlo parado en base a desviar la veleta de orientación), molino que además, con la revolución industrial, se fabricaba en abundancia y se vendía como kit para que los lugareños se lo pudiesen montar donde les daba la gana.


Con todo ello, “ja tenim la Seu plena d’ous”, como reza la expresión de júbilo local.


Con alrededor de un millar de estos molinos censados en toda la isla, Mallorca es la segunda isla mediterránea, tras Creta, en cuanto a molinos, no sólo de extracción de agua, siendo ambas unos buenos ejemplos del uso de la energía eólica en tiempos no tan lejanos.


Sin embargo, la proliferación de molinos en toda la isla, con el tiempo, llevó a una nueva situación.


Y mientras, el alcantarillado tiraba al mar algo que antes se cotizaba bien y era objeto de compra: el estiércol.


Décadas seguidas de cultivo intensivo en esa zona, de extraer agua y alimentos, nutrientes, de esa zona, para venderlos en la vecina capital que luego los lanzaba al mar, el abuso del regadío para cultivar el tipo de alimentos de mayor apreciación económica, y la elevada cantidad de agua bombeada, empezaron a hacer mella en la productividad de la zona.


Aquellos campesinos (“foravilers”, de fuera de la villa, como se les llama por allí) que no se habían aprovechado al máximo, o que habían abusado en exceso, empezaron a quebrar, y poco a poco, las tierras fueron acumulándose en menos manos. El hecho de poder usar sólo uno molino para regar las mismas zonas que antes regaban unos cuantos, permitía liberar terreno en base a quitar dichos molinos, o al menos, a reducir el mantenimiento y sus costes asociados.


Por eso, el que se dedicase a producir otros alimentos que necesitasen menos agua, y que se cotizaban peor, tenía más probabilidades de quebrar. Así que con el agua ‘gratis’, no era cuestión de dejarla correr: si no la gastaba el campesino en su terreno, lo hacía el vecino en el suyo para cultivar hortalizas más económicamente rentables.


Se encontraron pues atrapados en una carrera para ir produciendo al máximo para sacar el máximo de partido del terreno. Y eso, para una gente con una cultura y una historia basada en la producción agrícola, donde las prácticas sostenibles son todavía hoy de sobras conocidas, hizo agudizar la imaginación al máximo, pero eso no bastó para que lo inevitable acabase por suceder.


Con la cercanía del agua de mar, y el abuso del recurso renovable que es el acuífero que hay bajo dicha llanura, junto a factores habituales en los terrenos que son usados abusivamente en regadío, tanto la tierra como el agua empezaron a ser salobres, a tener más sal de la que permitían muchos de los cultivos.


La productividad empezó a resentirse más allá ya de la ruptura del ciclo del nitrógeno y del fósforo, rotos al echar al mar el alcantarillado, los restos biológicos de su consumo humano. El consumo por parte del ganado local, así como de los animales de tiro, incluso de los que había en la capital, era comprado y reutilizado, al menos, y formaba parte del sistema agrícola de aquellos tiempos, pero seguía cubriendo sólo una parte del ciclo, una parte que aunque su desaparición se había ralentizado, seguía inexorable.


El límite primero que se encontraron, no el único, fue el de la salinización del agua que sacaban del subsuelo.


Las soluciones que se adoptaron fueron dos. Al principio, aumentar la profundidad desde la que se bombeaba el agua. Con unos molinos realmente sobredimensionados, junto con las balsas de acumulación de agua adjuntas (“safareig” es el nombre local de esas balsas) que usaban para almacenar el agua extraída cuando había viento (habitualmente primavera, invierno, otoño) y que se gastaba cuando hacía falta (los abrasadores veranos mediterráneos), extraer agua de mayor profundidad no fue un gran problema.


Sin embargo, la aparición de bombas de agua que funcionaban con vapor (de leña, carbón vegetal, u otras formas) y más tarde, a gasoil (hoy en día, eléctricas, aunque son pocas), el extraer agua cuando hacía falta, proporcionó un plus a los que las usaban, con un par de ventajas añadidas: sólo se sacaba el agua que se usaba, reduciendo excedentes y pérdidas por evaporación, a la vez que liberaban el terreno utilizado para el almacenamiento para otros usos.


La segunda solución, gracias a la aparición de barcos de vapor y del aumento del tráfico marítimo entre Palma (con su magnífico puerto) y la península, permitió comprar comida fuera, especialmente la de menor precio, mientras en la zona se concentraban en producir la de mayor beneficio económico.


Sin embargo, el problema seguía. La demanda seguía subiendo, y el precio del agua, así como de la comida, subía, como los beneficios de seguir explotando un acuífero que se iba salinizando con el paso de los años.


El boom turístico no hizo sino empeorar las cosas, aunque la producción se redujo, las tierras perdieron valor, se recurrió cada vez más a comprar más la comida fuera, y algunos de los terrenos más afectados se destinaron a otro uso más lucrativo: el aeropuerto, puerta de entrada de la mayoría del capital que entra en la isla.


El cambio de animales de tiro a vehículos de combustibles fósiles finiquitó una parte del reciclado de materias orgánicas, rompiendo definitivamente el ciclo del fósforo y del nitrógeno.


El uso de fertilizantes fósiles para arreglar el desaguisado terminó definitivamente con las prácticas sostenibles, y los mecanismos de compostaje (“es clot d’es fems” como se llamaba por aquellos lares), fueron totalmente abandonados.


El resultado actual es que el acuífero sigue siendo salobre, la productividad de la tierra, todavía presentable, es reducida en comparación con sus momentos álgidos, y se sigue extrayendo agua del acuífero con ayuda de bombas, ahora eléctricas, muchas de ellas además alimentadas por paneles fotovoltaicos.
   
Es más, siendo estas tierras pantanosas que las lluvias anegan con facilidad, en lugar de permitir que la tierra absorba esa lluvia para así subir el nivel freático y reducir la salinización, lo que se pide son presupuestos para bombear y tirar esa agua si hace falta para que no se pare el cultivo. Y con subvenciones, por favor, que las bombas cuestan muy caro.


¿Por qué a finales del siglo XIX, los campesinos podían afrontar el sembrar tal cantidad de molinos sobredimensionados y caros para los salarios de la época para extraer agua del subsuelo, mientras que en la actualidad, con la tecnología abundante y avanzada que tenemos a bajo precio, hay que subvencionar el bombeo del agua superficial?


En cualquier caso, los problemas se manifestaron con fuerza a principios de siglo, cuando todavía se usaban animales de tiro, el boom turístico todavía no se sabía ni que pudiese existir, y con una población bastante reducida en comparación a la actual.


Resulta notable pues, en lo debería ser la primera y más importante lección y moraleja de este cuento, que todo eso se consiguió sólo con el uso de lo que hoy llamamos renovables. Con la excepción de una reducida cantidad de hierro para la columna de sujeción del molino, el resto era madera y piedra. Incluso ese hierro aguanta mucho, como atestiguan los restos de molinos que llevan muchas décadas sin ningún tipo de mantenimiento y que todavía aguantan.


El agua extraída de ese acuífero, en particular, también es de origen renovable, pues una buena parte se obtiene de las lluvias que caen, junto con alguna nevada esporádica en invierno en las partes más altas de la isla, en la Serra de Tramontana, zona de gran atractivo tanto paisajístico como motero por esas carreteras sinuosas junto a acantilados de más de 400 metros.


La razón de la insalubridad de la zona era de hecho la gran acumulación de materia orgánica en descomposición que había. Materia prima con todos los nutrientes que son necesarios para los cultivos de la mayor calidad que produjo en los principios de su explotación. Materia que aunque en parte era reciclada, sobre todo al principio, se iba yendo lentamente, y cada vez de forma más acelerada, por el desagüe hacia un lugar dónde no se puede reciclar y reutilizar como es debido, a pesar de ser también totalmente renovable.


Por tanto, esa primera lección que deberíamos tener muy claramente en nuestra mente hoy en día, es que a pesar de usar renovables en todos los frentes y en todos los sentidos, acabamos con los recursos que teníamos por una mala utilización. Y eso con una población muy consciente (cosa que no ocurre ni de lejos en esta cultura biófoba de ciudad en la que la mayoría nos movemos) de los ciclos naturales.


El punto que debe quedar meridianamente claro es simple: Renovables y sostenibles son dos cosas totalmente diferentes.


Para que una sociedad sea sostenible, no sólo debe usar recursos renovables en exclusiva. También debe hacerlo por debajo de la tasa de renovación, y de forma consciente, controlada, conocida.


Sin embargo, hoy en día, se usa el mote Renovable (y sin serlo técnica ni prácticamente) como un proxy de Sostenible. Nuestra cultura actual se cree que por usar paneles fotovoltaicos para alimentar bombas eléctricas que extraen agua de ese acuífero, ya somos sostenibles!!!


Por tanto, se deduce de esto que el problema de insostenibilidad de nuestra sociedad NO ES tanto un problema de cómo extraemos los recursos que usamos, sino de cómo los usamos, para qué, de qué hacemos con ellos.


El problema ES CULTURAL.


Si no cambiamos nuestra cultura extractiva por otra que se integre en los ciclos naturales, sólo vamos a cambiar el límite de las emisiones de CO2 por el límite de los recursos de acuíferos, renovables y no renovables, o por el de suelo fértil (que sólo el uso, aún hoy en día, de fertilizantes fósiles, ha conseguido evitar, pero que será evidente cuando también se llegue al límite de extracción de dichos fertilizantes).


Sin embargo, no es de rigor el terminar aquí este cuento. Hace falta despejar una serie de elementos que tarde o temprano aparecen en las discusiones y disquisiciones en algo más de profundidad sobre este tema.


Se ha comentado que se han adoptado dos soluciones ante el problema: bombear más desde mayor profundidad, quizás de forma más eficiente, y traer alimentos (y fosfatos, y nitratos) desde otras partes del problema.


La mejora de la eficiencia es precisamente lo que realizó el ingeniero holandés que cambió el diseño de los molinos. Mejoras que son un claro ejemplo de la paradoja de Jevons: sirvieron para bombear más aún con el mismo esfuerzo o incluso con menos, y desde profundidades mayores.


El uso de bombas que funcionaban a voluntad (con combustibles fósiles o no) fue otra vuelta de tuerca a la mejora de la eficiencia, al liberar el área ocupada por la gran capacidad de almacenamiento de agua necesaria, junto a reducir las pérdidas por evaporación. El uso de bombas eléctricas alimentadas por fotovoltaicas son otro ejemplo más radical además del uso de presuntas renovables (que en ese caso particular, además, de eso poca cosa) para usos totalmente insostenibles.


Esta (no) “solución” es sólo patear el problema “p’adelante”, y de paso, empeorándolo.


La segunda solución, traer la comida (y los fertilizantes) de otra parte, exactamente el tipo de solución que hoy en día se utiliza en gran profusión en la planificación de las renovables eléctricas intermitentes, no es más que pasarle el muerto a otro, de quitarnos las culpas de encima, de esconder la cabeza bajo el ala, de externalizar un problema que es interno.


Como vemos, ninguna de esas dos soluciones adoptadas, que nada casualmente son calcos de las soluciones que se esgrimen hoy en día frente al cambio climático y los problemas con los recursos fósiles, sean esos combustibles u otra cosa, solucionan nada. No son soluciones. La primera, incluso, acelera, aumenta el problema, y la segunda, simplemente la invisibiliza. NINGUNA SOLUCIONA NADA.


Porque el problema no es ese.


Hay una tercera solución que se implementó, si bien parcialmente y por la fuerza de las circunstancias, apenas reconocido: la reducción de la explotación.


En este caso en particular, fueron las fuerzas del mercado las que produjeron la reducción de la producción, pero los límites ecológicos fueron el elemento de mayor peso que forzó la salida del mercado: producción insuficiente, cara, y claramente limitada, costosa, no podía competir con las nuevas opciones aparecidas, especialmente la de comprar fuera lo que no se puede producir dentro.


Algunos esgrimen que una solución a todo esto es la intervención del estado. Si el estado, gobierno, ayuntamiento, o lo que sea, impone cuotas de producción y extracción, se frena el problema, incluso se puede llegar a revertir si la extracción de agua es inferior a su tasa de reposición.


Ese es un razonamiento absolutamente correcto, aplicable y ejemplar. Recomendable de no ser por un pequeño problema que pasa desapercibido, y que aunque en su momento estaba sobre la mesa, hoy en día está relegado al olvido, al mismo terreno en el que se ponen todos los temas y asuntos tabú de los que no queremos ni oír hablar.


Supongamos que por alguna razón, a principios de siglo, se hubiese puesto un gobierno con la capacidad de entrever el problema, y que hubiese impuesto cuotas de extracción adecuadas.


El primer resultado obvio, es que dichas cuotas, límites, hubiesen reducido la producción del terreno. Cosa absolutamente necesaria, y que con el tiempo, ha acabado siendo el resultado, aunque con una condición actual del  territorio muy mala, mientras que de la otra manera, se hubiese parado la degradación. Al menos supuestamente.


A pesar de ello, la mejora de la zona y de las condiciones es una consecuencia deseable y habitual. Una mejora que conlleva necesariamente un aumento de la población, algo que todos los economistas de hoy en día comentan como hasta de necesaria para sostenerlo todo.


Pero ese crecimiento de la población es precisamente lo que aumentó la demanda, lo que propició que la producción se disparase. Si no hubiese habido demanda para la producción de ese territorio, nunca se hubiese llegado a explotar tal y como se ha explotado.


Ante este panorama, no hay ningún sistema político en la historia, insisto, NINGÚN SISTEMA POLÍTICO que hay frenado el crecimiento de la población. El gobierno chino intentó durante décadas frenar el crecimiento, limitarlo, ni de lejos mantenerlo estable en un número más o menos fijo, mediante la política (demostradamente nefasta, y a la historia me remito) del ‘hijo único’.

Evolución de la población de Palma de Mallorca desde 1900.

Bueno, sí que hay varias excepciones. La más notable, por tamaño y duración, la de un Japón culturalmente en las antípodas, que mantuvo estable la población de la isla durante casi tres siglos. Y semejante hazaña es merecedora de un profundo estudio que se sale totalmente del ámbito de este escrito, a pesar de ser bastante aplicable a otra isla mucho menor como es Mallorca (y por extensión, a casi todas las islas, empezando por las británicas).


Una sociedad feudal, sumamente cerrada y con muchas tradiciones que hoy en día no aceptaríamos ni de coña, por no hablar ya de un ‘sistema político’ que hoy es impensable.


Las otras excepciones, todas ellas islas más pequeñas, como Islandia o Tipkopia, son ejemplos que servirían para reforzar las enseñanzas extraídas de intentar entender lo que pasó en Japón con la dinastía Tokugawa o Edo (según se use el nombre del linaje o la población, Edo, hoy en día Tokyo, para designarla).


Por tanto, y vistos los sistemas políticos vigentes hoy en día en todo el mundo, incluso los vigentes a principios del Siglo XX, muy probablemente se hubiese acudido mucho antes a la compra de alimentos y fertilizantes a otras partes, junto, muy probablemente, a un aumento de las cuotas de extracción, casi con total seguridad, muy por encima del límite ecológico.

Catedral de Palma de Mallorca. El edificio más bajo que hay a la izquierda, justo delante de la puerta principal, es el Palau de S'Almudaina, antiguo palacio del Rey, en los escasos momentos en que fue un reino independiente.


Y de mantener fija la población, incluso de haberse implementado (en contra de la presión popular que SIEMPRE ha acompañado dichas medidas), no hubiese servido de nada ante el boom turístico balear. La población en verano se dobla, o peor. Lo cual implica directamente también el aumento de la demanda. Y dejar escapar una parte de los ingresos para comprar alimentos y fertilizantes fuera es algo que los economistas tardan poco en subrayar como medidas a tomar para mejorar la economía local.


De esto, de comprueba que en realidad, el problema cultural es más profundo que sólo utilizar la palabra renovables como si fuese inherentemente sostenible. El problema cultural pasa por cambiar muchas más cosas, empezando por el asunto de la población, auténtico núcleo de un problema que cada vez que se menciona, se desprecia.


Y es que es mencionar a Malthus y su base teórica demostrada con ejemplos simples como el modelo Lotka-Volterra, también conocido como el modelo presa-predador, y salir alguien diciendo que está demostrado (¿cómo?) que es incorrecto, o que es una excusa ideológica capitalista (el típico truco de prestidigitador donde un pañuelo, en este caso ideológico, hace desaparecer otra cosa, en este caso, hechos físicos probados).


Y es que en realidad, la teoría de Malthus está más que demostrada, puesto que precisamente la situación actual es la demostración del mismo enunciado: que mientras haya recursos, incluso crecientes, la población crece, incluso a un ritmo más rápido que dichos recursos.


Ese es exactamente el mismo principio de sostenibilidad explicado: no es conveniente explotar un recurso renovable más rápidamente que su tasa de reposición.


Mientras tanto, vamos agotando los recursos de forma más acelerada, no sólo los combustibles fósiles. También los acuíferos (que se lo expliquen a los sirios, que ese es uno de los problemas raíz de la situación que viven, aunque no el único ni de lejos). También los fertilizantes fósiles (como los fosfatos del norte de África). También los fertilizantes sintéticos (algo más del 3% del consumo de gas natural es usado para obtener nitratos sintéticos).


Pero los elementos necesarios para el ladrillo básico con el que construimos nuestra tecnología, esos 70 elementos de la tabla periódica que se utilizan para la fabricación de componentes electrónicos y eléctricos (no sólo semiconductores, también los motores de los coches, sean térmicos o eléctricos, los inverters usados en la fotovoltaica, los controles del IoT, Smart things for dumb citizens, internete, pantallas e informática, aerogeneradores, paneles fotovoltaicos) son fósiles, no renovables, finitos, no reciclados (la tasa de reciclado del litio de las baterías es NULO hoy en día, y sin visos de mejorar en absoluto a pesar de haber triplicado – o más – su precio desde 2015), lo cual es peor que hablar solamente de recursos renovables.


Y las “soluciones” que nos dan son más eficiencia usando más de estas cosas hechas con materiales no renovables (pasar el problema a otros en el mismo lugar, pero futuro diferente), o pasar el muerto a otros en otro lugar y en el futuro inmediato.


Evidentemente, esto no es sostenible, aunque lo hacen de forma sostenida. Y en música, lo “contrario” del sostenido, es el bemol. Y esto es un problema de bemoles.


Por supuesto, ante semejante panorama, lo que se vislumbra es obvio, y ante el panorama y las actitudes que toman muchos (que proponen el artificializar aún más la naturaleza en base a romper aún más ciclos naturales a los que parasitar con sus empresas para sacar tajada económica, y, dicho sea de paso, dependencia, como es el ejemplo patrocinado por la UE del programa KBBE), esos temas que habitan este terreno oscuro del tabú, de lo que no se quiere hablar, reconocer, cuya imposibilidad de discusión política, se van a convertir en la inevitabilidad social futura (de hecho, ya estamos en ello).


El primer paso para solucionar un problema cualquiera, es reconocer que hay un problema.


Alles Klar? Wunderbar!!


Beamspot.

martes, 15 de mayo de 2018

Eppur peak oil



Queridos lectores:

Entre los conocedores de la problemática del agotamiento de los recursos naturales y más concretamente del problema del peak oil, y especialmente entre la gente que hace tiempo que sigue este blog, una pregunta recurrente desde hace un año, quizá algo más, es: ¿y dónde está el peak oil? Después de la grave crisis económica del 2008, en la que las dificultades para aumentar la producción de petróleo tuvieron un papel determinante, y la oleada recesiva de 2011, era algo bastante esperable (así nos lo indicaban nuestros primeros análisis) que hacia 2014 se iba a producir una nueva recesión económica. Y de manera recurrente durante estos últimos 4 años hemos anticipado desde estas páginas, y yo el primero, que una nueva crisis económica estaba en ciernes, sin que sus temidos efectos hayan llegado aún a las orillas de Occidente. 

No quiere decir eso que no haya habido problemas serios en el mundo, muchos de ellos relacionados con la escasez de recursos, y que incluso en nuestro opulento Occidente la salida de la crisis no ha sido lo que se esperaba (principalmente, porque se ha hecho a costa de la clase trabajadora con una fuerte devaluación interna, lo cual está provocando una creciente oleada de indignación, más inestabilidad política y mayor tentación autoritaria). El hecho es, sin embargo, que la crisis que esperábamos no está aquí. Pues no estábamos hablando de un proceso lento de declive y degradación, el cual parece evidente que hace tiempo que empezamos, sino de una verdadera crisis, algo claro, fuerte, inequívoco; una caída brusca de la actividad, algo palmario e indisimulable, evidente para todos. La crisis que temíamos no ha hecho acto de presencia. En el otro lado de nuestra simple ecuación ente energía y economía, la producción de petróleo (identificado continuamente y de manera abusiva con todos los hidrocarburos líquidos) sigue aumentando o, al menos, no muestra signos evidentes de desfallecer, aunque es cierto que crece ya muy despacio.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde está esa crisis que se anunciaba? ¿Dónde está el peak oil? ¿Se confirman las mejores previsiones de los analistas que nos decían que los peakoilers éramos unos alarmistas y que no había ningún problema? ¿Ha encontrado la tecnología sustitutos adecuados para que la economía pueda ser creciendo? ¿Se ha impuesto el ingenio humano al pesimismo ontológico de algunos?


1.- La producción de petróleo del mundo sigue prácticamente plana: En uno de sus últimos posts, Gail Tverberg muestra dos gráficas (elaboradas con datos del Departamento de Energía de los EE.UU.) muy interesantes sobre cómo ha evolucionado la producción de hidrocarburos líquidos durante los últimos años, y separa de manera muy clara lo que ha pasado en EE.UU. de lo que ha pasado en el resto del mundo.

La producción de todos los líquidos del petróleo de todo el mundo excepto los EE.UU. ha permanecido prácticamente estancada durante los últimos 4 años:



Y lo está todavía más si nos fijamos en la fracción de petróleo crudo, que es el petróleo que realmente es versátil y aporta energía neta, en tanto que las otras categorías son mucho más dudosas: los líquidos del gas natural tienen un contenido energético que es solo el 70% del del petróleo y no sustituyen su uso en todos los casos, los biocombustibles no aportan energía neta y las ganancias de proceso son una auténtica patraña contable, pues lo que representan son aumentos del volumen de los líquidos resultados del refino, sin una ganancia real de energía (hay un aporte energético del gas natural que se usa en el proceso, pero si se mira la energía de los productos refinados es inferior a la suma de la energía del petróleo y gas natural de los que se obtuvieron).

Si se mira ahora la producción de líquidos del petróleo en los EE.UU. se ve que, aquí sí, hay un sensible aumento de la producción en los últimos cuatro años, de unos 3 Mb/d (millones de barriles diarios) :



Gracias al aumento de los EE.UU. la producción de hidrocarburos líquidos del mundo ha pasado de unos 93 Mb/d en enero de 2014 a unos 96 Mb/d en septiembre de 2017. Aumentos que son moderados pero significativos, de casi 1 Mb/d por año. Por tanto, se podría decir que el aumento de la producción mundial de "todos los líquidos del petróleo" es debido al aumento de producción de los EE.UU. prácticamente en exclusiva - aunque por supuesto la situación real es más compleja, pues en la categoría "Resto del mundo" hay países con caídas productivas precipitosas, como México o Venezuela, mientras que otros como Irak han aumentado su producción compensando el declive de los primeros. Si uno se queda con el petróleo crudo, la situación es un poco menos halagüeña: en EE.UU. la producción de petróleo crudo habría aumentado unos 2 Mb/d en los 4 últimos años (de 8 Mb/d a 10 Mb/d, aproximadamente), con el agravante de que en ese tiempo el petróleo crudo convencional ha seguido su curva descendente de décadas y se sitúa ya en aproximadamente la mitad de la producción de todo el petróleo crudo, 5 Mb/d, siendo la otra mitad petróleo ligero de roca compacta procedente del fracking, mucho menos versátil a la hora de refinar.

En todo caso, la producción de hidrocarburos líquidos de todo el mundo aún aumenta ligeramente aunque muestra síntomas de estancamiento progresivo, con lo que en este escenario no se puede descartar que se pueda producir, o se esté produciendo ya, el peak oil. Mas bien, nos encontramos en la fase de meseta o plateau que muchos analistas vaticinaban hace unos años.

2.- El responsable del aumento neto de la producción de petróleo es EE.UU. ¿Es que allí ha pasado a ser rentable el fracking?

La realidad es que no; el fracking continúa siendo el negocio ruinoso que siempre ha sido. De hecho, en realidad es más ruinoso que nunca: a pesar de las mejoras tecnológicas (bastante marginales) y tácticas (explotar primero y sobre todo los lugares de mayor rendimiento, los sweet spots), el bajo precio del petróleo en los últimos cuatro años barre completamente cualquiera de esas ventajas. Se tiene que tener en cuenta que durante el trienio 2011-2014, con los precios medios del petróleo más altos de toda la historia (más de 100$/barril) las 127 mayores compañías de producción de petróleo y gas del mundo perdían 110.000 millones de dólares al año, como reportó en su día el Departamento de Energía del gobierno estadounidense. Art Berman muestra a menudo las pérdidas trimestrales que han reportado durante los últimos 8 años y que aún reportan las principales compañías que se dedican a la extracción mediante fracking del petróleo de shale (lutitas, habitualmente), pero una de las gráficas que mejor resume la situación es de Steve St. Angelo, de un artículo muy recomendable del pasado diciembre.


Flujo de caja de una muestra de 33 compañías petrolíferas con fuerte dedicación al fracking. Como se ve, lleva siendo negativo los últimos 6 años en todas las cuencas en las que operan, en cantidades que superan siempre los 15.000 millones de dólares al año.


El déficit del sector es de tal magnitud que, como indica Steve St. Angelo, incluso el resultado conjunto de las tres grandes compañías petrolíferas estadounidenses (Chevron, Conocco Phillips y Exxon Mobil) es de pérdidas desde hace ya algunos años:

 
Resulta algo paradójico que, si el fracking es una máquina de perder dinero, se haya podido mantener y aún se mantenga esta actividad extractiva. La razón reside en la capacidad de captación de dinero por parte de los inversionistas de diverso cuño, gracias a una operación de marketing ("Drilling for dollars", como ya avisaba Deborah Rogers hace cinco años) muy semejante a la que ha realizado Elon Musk para mantener viva a Tesla a pesar de sus notorias pérdidas financieras.

3.- No se ha producido ninguna sustitución tecnológica. 

Algunos analistas bastante desinformados han querido ver en estos últimos cuatro años de precios del petróleo relativamente bajos una demostración de que se está produciendo un descenso del consumo de petróleo debido a la sustitución de este combustible fósil por otras energías "limpias". La realidad es que, como hemos enseñado, la producción de hidrocarburos líquidos ha continuado subiendo, añadiéndose todo lo que se ha podido aunque no todo tiene la misma calidad y versatilidad, porque todo era necesario. Y es que la mayor diferencia entre la industria del fracking y la automovilística Tesla es que la primera sigue siendo imprescindible para mantener el mundo el marcha. Los automóviles eléctricos, cuyo nombre se evoca continuamente como paradigma de esa revolucionaria sustitución tecnológica, siguen siendo una fracción ínfima del parque automovilístico mundial, y ni siquiera en las previsiones más optimistas de la Agencia Internacional de la Energía se prevé que pasen del 14% del total en el año 2040 (y eso con unas previsiones que parecen, por muchas otras razones, bastante poco realistas).

En realidad es cierto que ha habido una ligera caída, o más bien no ha habido tanto ascenso, de la demanda de petróleo, fruto del descenso de renta disponible y capacidad de compra en los países occidentales, lo que en España se ha podido comprobar con ese eufemismo que a veces repiten nuestros políticos: "Salida de la crisis a dos velocidades", es decir, que a las empresas les va mejor y a los trabajadores no les va tan bien. Pero como los trabajadores también son consumidores, si tienen menos dinero disponible compran menos y eso al final afecta a la demanda implicada de petróleo. Como veremos después, en realidad sí que se está produciendo un ligero descenso de la producción del petróleo más versátil, disimulado por el ascenso de las otras categorías menos apropiadas y demandas, pero sin que medie en ningún caso ninguna sustitución tecnológica y tan solo una absurda huida hacia adelante.


4.- ¿Y quién está pagando el fracking, en realidad? 

Desde el arranque del fracking, hacia 2010, y hasta 2016 aproximadamente, el fracking se ha financiado fundamentalmente gracias a las generosas aportaciones del sector financiero. Los brokers norteamericanos ha demostrado ser muy habilidosos, siendo capaces de convencer a grandes inversionistas internacionales para invertir en una nueva estafa piramidal sin que hubiera pasado ni una década desde la anterior (las hipotecas basura o subprime). Sin embargo, la notoriedad del riesgo financiero de estas inversiones (reportada incluso con frecuencia en The Wall Street Journal o en Bloomberg), las escasas perspectivas de rentabilidad futura y la acumulación de la deuda ha llevado a una progresiva huida del capital internacional (era, por ejemplo, muy notoria la exposición al shale que tuvo durante muchos años Deutsche Bank y que ahora intenta reducir al máximo). Particularmente preocupante es la acumulación de deuda del sector del fracking y la más que previsible imposibilidad de su servicio, en un fenómeno que algunos han denominado "el muro de la deuda" que ilustra perfectamente esta gráfica de Steve St. Angelo (aunque el término probablemente fue acuñado por Art Berman):


El nivel de deuda actual es tan elevado que la industria del fracking necesitaría realizar un beneficio de al menos 21 dólares por barril para poder satisfacer sus intereses anuales. Teniendo en cuenta que incluso a los precios de los últimos días las pérdidas deben superar los 30 dólares por barril, está claro que no queda mucho recorrido para esta industria y de cara a minimizar los daños a priori lo que más les debiera interesar es reducir la producción, pues por cada barril producido pierden dinero.  
De hecho, durante el año 2016 se registró un descenso notable, de más del 10%, de la producción de petróleo de fracking en los EE.UU.. Sin embargo, en 2017, con Donald Trump ya en el Despacho Oval, la producción de petróleo de fracking estadounidense vuelve a ascender y a finales del año pasado consigue superar los máximos de producción anteriores. 





No es, en modo alguno, una casualidad: el Secretario de Estado en ese primer año de presidencia de Donald Trump fue Rex Tillerson, antiguo Consejero Delegado de Exxon (sí, la misma persona que en 2015 reconoció que "en el fracking hemos perdido todos hasta la camisa", aunque en aquel caso era con el shale gas, el gas de lutitas) y un buen conocedor del sector y por supuesto de su nula rentabilidad económica. Así pues, desfalleciendo la inversión de los grandes capitales extranjeros y con múltiples movimientos a escala global que debilitan el papel del dólar como moneda de reserva (por ejemplo, las ventas de gas ruso a China nominadas en yuanes, en vez de en dólares, y las intenciones de extender este fórmula a las compras de petróleo de otros países), la Administración Trump aprobó en su primer año de mandato una batería de exenciones fiscales y rebajas de tasas para el sector de los hidrocarburos como nunca se habían visto anteriormente. Tales mejoras fiscales tuvieron como objetivo volver a atraer la inversión, aparte de mejorar el balance contable de las empresas; y al menos esto último en el corto plazo lo han conseguido: algunas empresas dedicadas al fracking han conseguido no acabar el año fiscal de 2017 en números rojos gracias, precisamente, a esta ayuda estatal. El problema es que cuando no se sabe quién está pagando algo seguramente es el contribuyente el que paga: faltando inversión extranjera, quien está pagando la continuación de esta fiesta son los ciudadanos de los EE.UU., pues el dinero que deja de ingresar el estado o que directamente le da a las compañías de hidrocarburos es el que después faltará para hacer escuelas, hospitales, carreteras o pagar salarios públicos. Ése es el dilema al que se enfrentan las sociedades en declive, una de las tres preguntas que planteé hace tiempo: ¿merece la pena explotar fuentes de energía de bajo rendimiento? Pues cuando se explotan esas fuentes, uno puede tener la ilusión, como se tiene en EE.UU., de que la cantidad total de energía producida aumenta, pero como se consume mucha energía también en su producción, el rendimiento neto es magro y como consecuencia se tienen que desviar recursos de la sociedad para poder continuar explotando esos recursos de bajo rendimiento, reduciendo las oportunidades de esa sociedad y degradando las condiciones de vida de sus ciudadanos. Mientras eran otros países los que pagaban la fiesta del fracking (al desviar sus inversiones hacia ese sector que se vendía como algo brillante e innovador, "el futuro de la energía"), los EE.UU. han podido vivir un momento de expansión económica y de esplendor relativos; pero si ahora son ellos mismos los que tienen que asumir el coste está claro que la burbuja acabará por reventar. A no ser que se hagan cambios fundamentales y radicales en el orden social.


5.- Irracionalidad de la inversión, intencionalidad política.

Una de los datos que mejor ilustra la irracionalidad del momento actual es la evolución de los gastos en exploración y desarrollo de yacimientos (upstream) de petróleo en EE.UU. y en el resto del mundo. Como ya comentábamos al analizar el último World Energy Outlook, durante los años 2015 y 2016 la inversión global en upstream cayó un 46%, justo en el momento en que más falta hacía invertir para desarrollar nuevos yacimientos puesto que cada vez son más difíciles y costosos. En 2017 la inversión global aumentó un 5%, lo cual podría interpretarse como una tímida recuperación de la inversión. Sin embargo, cuando uno analiza con mayor detalle los datos se puede comprobar que la inversión solo subió en los EE.UU., mientras que en el resto del mundo continuó su curva descendente. La cosa ha llegado hasta el extremo de que en la actualidad Norteamérica (EE.UU., Canadá y México) que produce poco más del 20% del petróleo mundial, invierte más en upstream que el resto del mundo, y eso pasa gracias al auge del fracking en EE.UU. y Canadá.

Gráfica elaborada por Tad Patzek, presentada aquí por cortesía de Pedro Prieto.

En el análisis muy detallado que hacía la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en el WEO del 2016 se mostraba que se necesita mantener un fuerte nivel de inversión en los campos actualmente en producción aunque ya estén en declive para evitar que este declive sea aún más rápido. Pero fuera de los EE.UU. la inversión continúa bajando, siguiendo una peligrosa dinámica que comenzó hace ya cinco años, y sin un cambio radical de tendencia inversora la producción de petróleo crudo convencional, que es el más versátil y que representa aún casi el 90% de la producción total de hidrocarburos líquidos, va comenzar a caer muy rápido. La AIE ha alertado repetidas veces de este problema, la última hace apenas un mes, cuando Fatih Birol, el economista jefe de la AIE, alertaba el peligro que suponía que la demanda esté subiendo mientras la producción de crudo está bajando.

Ya hace cuatro años que describimos con detalle cuál es el problema de fondo: la denominada espiral de la energía. Debido al envejecimiento de los yacimientos en explotación y la poca calidad y gran dificultad de explotación de los nuevos yacimientos, intentar mantener nuestro sistema económico como si no pasara nada nos aboca a un descenso energético traumático, un movimiento en espiral en el que hay momentos en los que los bajos precios del petróleo llevan a la ruina a los productores y se destruye oferta, y otros en los que los altos precios del petróleo arruinan a la economía en general y se destruye demanda. No existe un punto de equilibrio, un precio de convenga al mismo tiempo a productores y consumidores, porque los costes de producción son ya tan elevados que la sociedad no se los puede permitir. En definitiva, no podemos mantener un sistema económico-social que se basa en un consumo creciente de energía abundante y barata porque, simplemente, la energía abundante y barata se acabó (y no ahora, sino hace más de 10 años).

Eso no quiere decir que estemos condenados al apocalipsis y al fin de nuestra civilización; desde luego no, si no es lo que queremos. Hay alternativas, muchas más de las que nos pensamos, muy serias y que merecen ser exploradas, desde la economía ecológica a la de estado estacionario, pasando por un montón de iniciativas a escala local como las ecoaldeas o el movimiento de transición. Todas estas posibilidades ponen en cuestión el paradigma capitalista del crecimiento infinito, y como consecuencia ponen en cuestión al capitalismo en sí mismo, al menos tal y como se le concibe actualmente. Eso es hoy en día políticamente inaceptable; más aún, cuestionar el capitalismo abiertamente se considera socialmente prácticamente como una obscenidad, como un comportamiento impúdico. No son pocos mis lectores que, después de seguir mis escritos durante un tiempo y darme la razón en mis análisis sobre los problemas de sostenibilidad de nuestra sociedad, reaccionan con disgusto y cierto enfado cuando oso apuntar al capitalismo como origen último de estos males, y su enfado puede tornarse real ira si profundizo en el tema y concluyo que el capitalismo es ya inviable y que es necesaria su substitución por otro sistema que sí que tenga en cuenta los límites biofísicos del planeta. Parte de esta reacción emocional a mis críticas proviene de la hegemonía en el discurso del capitalismo, que hasta cierto punto presenta características propias de un culto religioso. El caso es que, si en Europa cuestionar el capitalismo (y el comunismo moderno, ya de paso) es algo de mal tono, en lugares como los EE.UU. en simplemente impensable: es algo de lo que nadie habla, fuera de círculos muy pequeños y restringidos.  Así que la posibilidad de hacer un cambio del sistema económico para hacer frente a la crisis energética a la que nos enfrentamos está fuera de cuestión. Hablar de postcapitalismo es socialmente tabú.

Eso no quiere decir que los líderes políticos, y particularmente en los EE.UU., no sean conscientes de los problemas que he estado describiendo en este post, y en particular que el declive de la producción de petróleo durante las próximas décadas es algo inevitable y que el fracking es solo un parche momentáneo con un sobrecoste inasumible, ni siquiera por un país tan poderoso como los EE.UU. Sin embargo, dado que hacer los cambios estructurales que se necesitan está completamente fuera de cuestión, debido al tabú del postcapitalismo, lo que está pasando ahora mismo es una decisión deliberada y de carácter completamente político, en absoluto técnica o económica. EE.UU. ha apostado por apuntalar el fracking porque, de ese modo, puede mantener su propia hegemonía política por más tiempo mientras se va prefigurando el mundo del futuro. En esa visión tan estrecha y rígida de las cosas, la única alternativa realista en el medio plazo es el conflicto y la guerra. Sin embargo, es necesario insistir, ni el conflicto interno en los países ni la guerra entre países es una necesidad material. No, en absoluto; es una decisión de carácter político: se prefiere ir a la turbulencia social y al desastre militar que abordar una alternativa postcapitalista. Se trata de una decisión; una decisión horrible, sí, pero perfectamente consciente y premeditada, a la cual la mayoría ciudadana da su tácita aquiescencia. 


6.- El desastre que viene.

Durante el último año el precio del petróleo ha ido escalando progresivamente hasta llegar a los niveles actuales, similares a los de 2014.



Es importante hacer notar que la subida arranca aproximadamente hacia julio del año pasado, y con ciertas subidas y bajadas ha sido bastante consistente durante los últimos 10 meses. Es decir, el nivel de precios actuales no es algo debido a los problemas que ha creado en la última semana el gobierno de EE.UU. con Irán, sino que arranca desde mucho antes.

La razón de esta escalada de precios tiene mucho más que ver con la fuerte desinversión en upstream fuera de EE.UU., que está causando una progresiva disminución de la producción de petróleo crudo convencional y por tanto la disminución del petróleo almacenado, como mostraba Art Berman en un artículo hace seis meses:



A estas alturas, la caída de los inventarios en los EE.UU. y probablemente en otros países está empujando progresivamente los precios al alza. Otro síntoma del cambio de ciclo nos lo indica el cambio de signo en la diferencia de los precios del petróleo presentes y futuros, lo que en el argot se conoce como backwardation. Como norma general, el precio del petróleo para su entrega en unos meses es más elevado que el precio del petróleo para entrega inmediata, ya que uno paga por la seguridad de que el precio de compra esté garantizado en la cantidad que se acuerde en el momento de firmar el contrato y que, por tanto, no le va a salir más caro cuando por fin venga por él. Pero cuando se produce backwardation, el precio del petróleo para su entrega inmediata es más elevado que el de la entrega a meses vista, y eso significa que empieza a haber problemas en el suministro inmediato. De hecho, como muestra la siguiente gráfica de Seeking Alpha la transición de la situación normal a la actual de backwardation ha sido progresiva durante el último año, y no es un efecto de los problemas de la última semana. De hecho, estamos en backwardation desde octubre del año pasado; ahora, simplemente, es mayor, indicando una mayor tensión en el mercado.






No todo tiene que ver con los fundamentos del mercado del petróleo. Algo que sin duda está influyendo y va a influir en la situación que se va a desarrollar en los próximos meses es el final de la compra de activos por parte de la Reserva Federal de los EE.UU. Desde el pasado mes de octubre, la Fed está dejando que venzan los títulos y obligaciones que había adquirido a diversas instituciones financieras como parte de las medidas de alivio cuantitativo que se desarrollaron desde la Gran Recesión de 2011 hasta mediados de  2014. La fecha es interesante porque fue precisamente a partir de agosto de 2014 que el precio del petróleo cayó drásticamente en cuestión de un par de meses, después de haberse mantenido en precios medios históricamente elevados precisamente desde 2011 hasta mediados de 2014.



No son pocos los analistas que piensan que la compra de activos por parte de la Fed (en el fondo, una inyección de dinero fresco a las entidades financieras), al fomentar el consumo y la inversión, "recalentó" el precio del petróleo. La actual política de liquidación de esos activos (pues la Fed debe considerar la situación económica lo suficientemente robusta no solamente para mantenerse por su propio pie, sino para ir devolviendo lo prestado) va a someter al mundo financiero a un cierto nivel de estrés, justamente cuando la montaña de deuda que ha acumulado el fracking tiene unas dimensiones colosales y los inversores extranjeros muestran menores interés por ese tipo de explotación. Se podría pensar que el exceso de confianza de la Fed en los indicadores econométricos clásicos les ha hecho cometer un error de cálculo de dimensiones colosales, puesto que tal estrés financiero puede destruir, y de manera irreversible, a la industria del fracking, que no podría disfrutar de los altos precios del petróleo que sobrevendrían a su hundimiento.

En este contexto, la decisión completamente unilateral y extemporánea de Donald Trump de romper el acuerdo nuclear con Irán no parece tan alocada y absurda como a algunos les podría parecer. A pesar de que probablemente Irán ha superado ya su propio peak oil, un conflicto en el país persa serviría para disparar rápidamente el precio del petróleo y darle un balón de oxígeno a la necesitada industria del fracking estadounidense, y de paso aliviaría las necesitadas arcas de países aliados como Arabia Saudita (o las aún más necesitadas arcas de Argentina, único país aparte de los EE.UU. que explota el fracking a una escala significativa y que la semana pasada tuvo que pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional). En suma, si bien la espiral de destrucción de oferta - destrucción de demanda es un proceso inevitable, los líderes estadounidenses puede que hayan decidido por dónde va a romperse la producción, al menos esta vez, sacrificando a un productor para que el resto pueda seguir viviendo: con precios altos, la inversión volvería al sector del petróleo fuera de Norteamérica y se ganarían unos años más, o eso esperan, mientras el mundo va consumando su descenso energético y en la miseria. En el caso concreto de Irán, además, se trata de una potencia regional que está enemistada con los EE.UU., con lo que podría parecer una solución perfecta. El problema es que el sacrificio de Irán no daría oxígeno más que para unos pocos años, y al cabo de nada se tendría que buscar una nueva víctima para ser sacrificada a la implacable espiral de la energía.


Es ésa la dinámica incómoda en la que nos estamos instalando. Una en la que los continuos vaivenes del precio del petróleo serán recurrentes, pero para cada vez se encontrará un conflicto ad hoc, expresamente creado para la ocasión y las televisiones se llenarán de prolijas explicaciones de la excusa del día. Y no es ésta una dinámica propicia solamente para los EE.UU., también lo es probablemente para Europa, porque sin recursos propios a Europa lo que le interesa es conseguir apropiarse de los de los demás, destruyendo la industria local de otros y asentando gobiernos títeres y dóciles en los países productores. La tentación de dedicarse al pillaje de los despojos de la era del petróleo es muy grande, porque ésa es la actividad energéticamente más rentable en un mundo en declive; el problema es que el espejo de la guerra le devolverá a Europa su imagen deforme. ¿Y qué hará España? España ante el colapso de su modo de vida no es previsible que haga algo diferente, aunque con suerte puede hacerlo peor.

En todo caso, incluso si se impone el sentido común y se evita lo peor de los escenarios bélicos y de la escalada brusca del precio del petróleo, las perspectivas tampoco serían muy buenas. Con los inventarios bajando, la inversión en upstream fuera de EE.UU. y Canadá en retroceso, la deuda del fracking creciendo y el acceso al crédito en los EE.UU. endureciéndose, la escalada en el precio del petróleo durante los próximos meses parece inevitable; especialmente peligroso es el período veraniego, por el mayor consumo de energía (sobre todo por el turismo) durante esa estación. Parece evidente que vamos a un escenario de precios altos en algún momento nada lejano en el tiempo. Lo peor es que la subida probablemente será bastante rápida, incluso sin escalada bélica en Irán; y antes de que la bonanza de precios pueda ser aprovechada por los productores para relanzar la inversión, el precio bajará en caída libre por el daño que causa a la economía en general. Se avecina una crisis económica y de las grandes; y lo peor es que tarde o temprano comenzará la crisis permanente, caracterizada por precios del petróleo muy inestables, continuamente bajando y subiendo en sucesión cada vez más rápida y una rápida caída de la producción industrial y aumento exacerbado del paro.


7.- Conclusiones:

Contrariamente a lo que les gusta pregonar a los celotes del capital, el peak oil está más vivo que nunca. Lo que ha pasado en los últimos cuatro años no puede entenderse sin comprender la dinámica que la llegada del peak oil ha obligado a adoptar, en una huida hacia adelante de la gran superpotencia, EE.UU., ante un problema irresoluble sin un cambio radical del marco conceptual. Con el espejismo del fracking no solo no se ha podido descartar el inevitable peak oil, sino que al aferrarse a la falsa salida que daba el fracking la caída que se avecina, en lo económico y en lo social, será mucho más abrupta y mucho más dura, y el recurso al ultrabelicismo para controlar los últimos recursos parece hoy más probable que nunca.


El error de todos los análisis previos ha sido el de  suponer que el libre mercado, tal y como se entiende hoy en día, iba a ser capaz de gestionar una situación de escasez en una materia prima tan fundamental como es el petróleo. En realidad, lo que ha hecho es subirnos a un precipicio más alto donde el riesgo de despeñarnos es mayor que nunca. Mientras no se comprenda que creer que la necesidad crea los recursos es un grave error de concepto, un cierto grado de colapso de nuestra sociedad es completamente inevitable y ahora mismo bastante cercano. Aquellos que ahora se ríen del peak oil y de sus estudiosos acabarán mutando su carcajada en rictus, pero desgraciadamente eso no será ningún consuelo para nadie. Ojalá que cuando inevitablemente nos estrellemos contra los límites de este grande y extraordinario pero finito planeta sepamos reconocer nuestro error y, recogiendo los trozos, seamos capaces de construir algo nuevo y mejor.


Salu2.
AMT